El presunto asesino del cofrade de Gandia: "Iba presumiendo de mí como si fuera un trofeo"

La fiscalía solicita 22 años de prisión para el acusado por el asesinato de Carlos María Almiñana, quien fue encontrado atado de pies y manos a su cama

Carlos Raúl Y. M., tras su detención por el asesinato del cofrade de Gandia.

Carlos Raúl Y. M., tras su detención por el asesinato del cofrade de Gandia. / Dani Monllor

Cuando todas las pruebas de un asesinato apuntan contra uno caben dos opciones; acabar reconociendo lo evidente y tratar de justificar de algún modo el móvil o circunstancias del crimen –para pelear por algún tipo de rebaja–, o bien negar la mayor e intentar dar una explicación (sea lógica o no) a cada uno de los indicios sobre su culpabilidad. Carlos Raúl Y. M., acusado de estrangular a un cofrade de Gandia de 67 años en febrero de 2021, optó ayer ante un jurado popular por la segunda opción.

Elegida dicha estrategia, no parece buena idea introducir en la declaración afirmaciones que transmitan cierto grado de animadversión hacia la víctima y que además apuntan a otros posibles móviles para matar además del robo que mantienen las acusaciones. «Iba presumiendo de mí como si fuera un trofeo», deslizó el acusado sobre el fallecido, al tiempo que remarcaba una y otra vez que él no es homosexual y que no tuvo ningún tipo de relación sexual con la víctima, pese a la insistencia de éste, salvo dejarse fotografiar con poca ropa a cambio de dinero. Además, admitió que borraba de su teléfono las imágenes de índole sexual que la víctima le mandaba tanto de él como de otros chicos para que su pareja no las viera.

La Fiscalía solicita para el acusado una pena de 22 años de prisión. Concretamente 18 por el delito de asesinato, ya que Carlos María Almiñana no tuvo posibilidad alguna de defenderse al encontrarse atado de pies y manos en la cama cuando fue estrangulado. Así como cuatro años más por el delito de robo con violencia en casa habitada al haber sustraído diversos aparatos electrónicos de la vivienda, joyas y tres tarjetas bancarias del fallecido con las que realizó extracciones de dinero y compras por valor de más de 5.000 euros.

Más de 5.000 euros en compras

El procesado, de 31 años y nacionalidad panameña, reconoce que estuvo con la víctima el día de los hechos, 17 de febrero de 2021, pero mantiene que cuando se marchó del inmueble el sexagenario estaba vivo. Según la versión que dio ayer ante el jurado, en la vivienda había una tercera persona, al que nombra como «señor Salamanca», al que la víctima había llamado para tener un encuentro sexual con ambos.

Tras hablar de nuevo sobre sus orientaciones sexuales sin que en ningún momento fuera preguntado por ello: «Soy bisexual y un poco abierto, pero no me gustan los hombres». El acusado alegó que ese día había acudido a Gandia, después de que lo recogiera Carlos en Xàtiva, para instalar una antena y que después de comer juntos en la casa la víctima le empezó a insistir «en que quería invitar a otro chico más guapo que yo».

El procesado asegura que la víctima los fotografió mientras se masturbaban, aunque no hay constancia alguna de estas fotografías, y que empezó a incomodarse y decidió irse de allí. Argumenta que se llevó el coche de Carlos porque había quedado con él para que lo revisara por una pequeña pérdida de aceite. De hecho, según la versión que mantiene es que era «el chico para todo» de la víctima, desde hacerle reparaciones en la casa hasta gestionarle una inversión en criptomonedas, con la que trató de justificar que supiera el DNI del fallecido.

Carlos María Almiñana, de 67 años, era cofrade Nazareno en Gandia

Carlos María Almiñana, de 67 años, era cofrade Nazareno en Gandia / Levante-EMV

Carlos Raúl Y. M., que se encontraba en situación irregular en el país, no discute que usó las tarjetas de la víctima: «sí, me excedí en las compras», apunta. E incluso reconoce que nada más irse de la casa de la víctima con su vehículo se dirigió a un banco para retirar dinero porque, según él, el cofrade le debía dinero, unos 1.500 euros. De igual modo reconoce que suplantó su identidad para obtener el número pin y admite que en los días posteriores extrajo e hizo compras por valor de más de 5.000 euros, entre patinetes y productos de cosmética para su pareja entre otros efectos. Pero niega que sustrajera todos los objetos que faltaban en el inmueble del fallecido, salvo uno de sus dos teléfonos Iphone, que según él, estaba dentro del coche cuando se lo llevó. Ante las preguntas del fiscal él mismo admitió que era el terminal con el que la víctima solía hacer las fotos sexuales y que lo vendió para sacar más dinero.

Curiosamente el acusado dejó de hacer uso de las tarjetas del fallecido cuando la noticia del hallazgo del cadáver salió en los medios de comunicación. Admite que se asustó porque estaba en situación irregular en el país e iban a sospechar de él. De igual modo, sobre los motivos por los que justo después del crimen cambió su aspecto físico, el acusado esgrime que se cortó el pelo “porque lo tenía muy descuidado y me considero una persona metrosexual”.

A todo ello se suman pruebas irrefutables como son el ADN del acusado hallado tanto en las bridas y el cable con el que estaba atado a la cama el fallecido, y en la prenda de ropa que usó como mordaza. Y las sospechosas búsquedas en internet que realizó en días previos, sobre cómo obtener el pin de una tarjeta, información sobre drogas somníferas o dónde están situadas las cámaras de un cajero.