"Quiero creer que no han sufrido y que han muerto intoxicados por el humo"

La nieta del matrimonio fallecido recuerda con dolor cómo se despidió de su abuela la noche anterior

Tres fallecidos en un incendio en La Fuensanta

Ignacio Cabanes

Los familiares de Miguel y Adoración no podían contener las lágrimas al saber el triste resultado del incendio que les había arrebatado de golpe a sus padres y a su hermano –en el caso de la hija del matrimonio–, al parecer por un fallo eléctrico en un enchufe. «Quiero creer que no han sufrido y que han muerto intoxicados por el humo», confesaba Sara, nieta de la pareja de octogenarios. Es el único consuelo que les queda, esperar que al menos sus abuelos no hayan padecido el dolor de su hijo, quien sí que presentaba graves quemaduras.

Francisco Miguel intentó salir a pedir ayuda al balcón, pero al abrir la ventana avivó el fuego sin pretenderlo. Todo apunta a que las llamas se iniciaron en el comedor. «El sofá había desaparecido, solo quedaban los hierros», apunta la nieta a este periódico. Inicialmente se pensó que podía haberse producido por una colilla que habría prendido la bombona de oxígeno que utilizaba el octogenario para respirar en la cama, pero esta posibilidad prácticamente quedó descartada enseguida, al no estar el foco en la habitación del octogenario.

De hecho, agentes de la policía científica manejan como principal hipótesis un cortocircuito en la regleta de un enchufe del comedor situado junto al sofá totalmente reducido a cenizas. Además el fuego afectó a las dos habitaciones anexas a esta dependencia, donde duermen el hijo y la madre.

Sospechan que la mujer, de 85 años, ni siquiera se percató del incendio y el humo la sorprendió durmiendo, ya que se tomaba pastillas para dormir, argumenta su nieta.

Sara recuerda que la noche anterior habló con su abuela y tras bromear y estar de risas junto a su madre, se despidieron hasta la mañana siguiente. La hija y hermana de los fallecidos, que reside justo al lado, iba cada mañana a las ocho a cuidar a sus padres y se preocupaba de todas sus necesidades. «Como cualquier hija, mi madre siempre estaba al pie del cañón», remarca este familiar. Además el matrimonio contaba con una cuidadora durante doce horas diarias ya que eran totalmente dependientes y apenas podían salir de casa. Y el hijo que vivía con ellos, también fallecido, no podía ayudarles porque también estaba enfermo.