La gestión estratégica de la innovación tiene como objetivo generar conocimientos e ideas en la organización, para desarrollar nuevos productos, procesos y servicios o mejorar los existentes, incorporando estos conocimientos a los diferentes departamentos. Para su ejecución se definirán las fases y actividades a desarrollar y su interrelación, los recursos a destinar, los objetivos a conseguir, la estructura de apoyo, los planes de acción a realizar y los indicadores de evaluación y medición que nos permitan seguir el proceso.

Uno de los posibles sistemas para desarrollar esta gestión, constaría de cinco fases. La primera consistiría en detectar las señales del entorno, a través de una vigilancia estratégica que la empresa debe realizar de forma sistemática y regular, para identificar y obtener información de interés para ser examinada, evaluadas y contrastadas. De las mismas, surgirán innovaciones potenciales con sus amenazas y oportunidades, la incorporación de nuevas tecnologías, la situación de la competencia y un posible pronóstico del comportamiento del mercado.

En una segunda fase, la empresa seleccionará las oportunidades de mercado más adecuadas a su estrategia, sus competencias tecnológicas y el mercado. Evaluando los costes y beneficios que permitan definir los recursos a comprometer y la planificación a realizar, de forma que exista una clara alineación de la estrategia global de la empresa y su estrategia de innovación.

En la tercera fase, una vez identificada la oportunidad u oportunidades a desarrollar, la empresa deberá analizar si cuenta con los recursos técnicos necesarios, y los conocimientos tecnológicos en su equipo o si debe adquirirlos externamente. Lo cual puede realizarlo mediante subcontrataciones, colaboraciones, licencias o consorcios.

La cuarta fase abordaría la implementación del nuevo proceso seleccionado, con los trabajos a realizar dentro de la empresa y, si los hubiera, los de una ejecución externa. Esta fase consume la mayor parte de los costes y del tiempo, ya que se deben ir resolviendo todos los problemas e imprevistos que surjan tanto a nivel técnico, como de mercado. Esto exige una gran interrelación entre los diferentes departamentos de la empresa, principalmente el técnico y el de marketing. Todo ello hasta el desarrollo completo para la puesta en marcha y el lanzamiento al mercado, sin olvidar la posible resolución de temas en la postventa.

La quinta fase, no realizada con frecuencia por las empresas, consiste en el análisis de lo realizado en las cuatro fases anteriores, que nos permitirá aprender de los problemas surgidos y las soluciones adoptadas, las que han sido adecuadas y las correcciones a efectuar en las que no lo han sido.

La gestión estratégica de la innovación responde a la necesidad cada vez mayor que tienen las empresas de gestionar la innovación, no como una actividad empresarial aislada y centrada en el departamento de I+D, sino como un conjunto que engloba e implica a toda la organización, y es lo que les puede permitir mantenerse en el mercado y crecer.