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Colectiva Cànem: Reivindicar el legado de Gutenberg

Colectiva Cànem: Reivindicar el legado de Gutenberg

La pira de libros en la que el director de cine Truffaut basó Fahrenheit 450 está copiada de la que los nazis realizaron durante su invasión de Europa, y esta a su vez, de las que se realizaron en la Alta Edad Media, cuando al poder, léase la Iglesia, no transigía con lo publicado por los «herejes». El intento de desaparición del libro ha sido, pues, una constante a lo largo de la historia de nuestro continente. También hoy en día se vaticina la muerte del libro en una sociedad en la que, parece, menos tiempo se dedica a su lectura.

Queda todavía un reducto de nostálgicos de la edición impresa, un grupo de enamorados del arte gráfico y del papel, de su olor, de las diferentes texturas que presentan al deslizar la mano por la superficie, de su grosor, su brillo, sus infinitas tonalidades desde las más amarillentas hasta las inmaculadamente níveas, sus diferentes modos de reaccionar al contacto con el agua, o el carboncillo.

El papel requiere tiempo, estudio, compromiso, investigación y sosiego, cualidades incompatibles con la urgencia y el instante, con la sociedad de las redes y comunicación inmediata y sobre la marcha. Y por eso resulta tan significativa la obra que abre la exposición: un libro envuelto en porcelana. Alicia Vela, su autora, ha elegido la biografía de un artista consagrado años después de su muerte, Van Gogh, un incomprendido en su tiempo, un outsider. Pero podría haber elegido cualquier otro libro porque la traslación sería la misma: el libro ha dejado de apreciarse, y así, bajo esa hermosa capa de porcelana gris no hay páginas que pasar y un relato que contar; totalmente sellado ya no hay vida.

Las obras de esta exposición hablan mucho de la vida. Los objetos que se encuentran encima de una mesa de trabajo, por ejemplo, los utilizamos, se nos caen, los reemplazamos por otros más actuales, pero apenas somos conscientes de lo mucho que nos facilitan el quehacer diario. Mercè Casanovas, en cambio, los relaciona cuidadosamente e invita al espectador a reconocer su importancia desvelándolos progresivamente, de atrás hacia delante, como si se tratara de una novela de misterio. En este sentido La meva taula tiene sin duda mucho que ver con el Llibre comestible de Eva Vila así como con la obra de Carreño + Muñoz y el homenaje que le dedican a la artista surrealista Meret Oppenheim, quien también experimentaba con piezas de uso común. Montse Carreño y Raquel Muñoz recrean un libro colgado en los muros, una historia a base de fotografías y dibujos sin olvidar el frasco de tinta con el que trabajaba la surrealista.

La corrupción es, lamentablemente, parte diaria de nuestras vidas. Colándose en las noticias y abriendo los informativos o las portadas de los periódicos por su relevancia, David Curto los dibuja con mucho desparpajo sobre lonas como las que utilizan los centros de arte en sus fachadas: políticos sobre todo y algún empresario adjunto protagonizan esta curiosa -por su soporte- publicación. Muy divertida.

La vida y también la ausencia de ella. La enfermedad o un accidente quedan reflejados en la obra de Eloy Puig, un coche, la lluvia, el blanco y negro frente a tonalidades rojizas y unos libros vacíos de contenido, como si el cerebro hubiese dejado de responder, como si uno quisiera o pudiera olvidar un hecho trágico, páginas que serán escritas en otro momento, o quizás nunca. Angustia o ausencia de libertad como son las impresiones de Enric Mas: papeles exquisitamente elegidos -como por otra parte son todos los de este magnífico grupo de artistas- que para sorpresa del espectador reflejan los desnudos y fríos muros de una prisión y, sin embargo, ¡qué obra tan conseguida!

13L?llibres d' artista es una muestra participada por este interesante colectivo de profesores que un día allá por 1998 decidieron reivindicar el libro. Supone un proceso de investigación y de búsqueda de nuevos soportes, como la estampación en papel brillante, casi reflectante que utiliza Antònia Vilà. También implica un proceso de artesanía, de amor por el papel, como son los hermosos líquenes de Cristina Pastó o el gusto por el libro clásico realizado y encuadernado con mimo en los que su autora, Rosa Tarruella une a los dibujos sus haikus. Y dejando aparecer la faceta didáctica, nexo común de 13L, Eugènia Agustí utiliza el papel milimetrado sobre el que, pacientemente, el rotulador colorea las líneas.

Rememoramos entonces Oda a la tipografía de Pablo Neruda: «los ojos del papel, los que miraron a los hombres buscando sus regalos, su historia, sus amores, (?) esparciendo la lentitud de la sabiduría sobre la mesa (...)».

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