Algunos economistas han caído en el mito de la Cornucopia, según el cual la Tierra sería como el cuerno de la cabra Amaltea del que manaban todo tipo de riquezas. Piensan que se puede alcanzar el crecimiento ilimitado dentro de una Tierra limitada, y que lo único importante es el crecimiento material. La realidad es que cada vez más hijos terminan ganando menos dinero que sus padres, porque ese modelo de progreso no solo es suicida, sino que también genera más pobreza que riqueza.

En la esencia de nuestra psicología anida la aversión a las pérdidas. El premio Nobel Daniel Kahneman y su colega Amos Tversky demostraron que valoramos las pérdidas hasta 2,5 veces más que las ganancias. Para compensar el daño que nos produce perder 1.000 euros necesitamos ganar 2.500. Según nuestro refranero el miedo es libre, pero tras Kahneman y Tversky deberíamos puntualizar que el miedo a las pérdidas incluso lo es más.

Esta conducta, tan enraizada en nuestra esencia, influye considerablemente en lo que pensamos sobre nuestro futuro en tiempos del calentamiento global.

Un gran esfuerzo de concienciación ecológica y divulgación científica ha conseguido alertar a una fracción significativa de la población sobre los peligros derivados del cambio climático y la extinción masiva de especies.

Aun así, resultan mayoría quienes se aferran a la creencia de que el progreso de la ciencia y la tecnología podrán encontrar una solución a los graves problemas ambientales y de agotamiento de recursos.

Cornucopistas

Son “cornucopistas” y le deben su nombre a la mitología clásica. Los antiguos griegos creían que a Zeus lo había criado la cabra Amaltea con su leche. Por lo visto un día, mientras el bebé Zeus jugaba con sus rayos, rompió sin querer un cuerno de su nodriza. El fragmento desprendido se convirtió en la mítica Cornucopia, una fuente inagotable de la que manaban sin cesar leche y miel, aceite, trigo, frutas, oro, ropajes de lujo y todo tipo de riquezas.

Nos resulta chocante que los griegos clásicos pensasen que del interior del cuerno de una cabra podrían brotar inagotables todo tipo de recursos por los siglos de los siglos. Sin embargo, en la actualidad tenemos nuestro propio mito de la Cornucopia, en el que algunos economistas, ejecutivos empresariales, políticos y millonarios, creen a pies juntillas. Es el mito de que gracias al progreso conseguiremos que nuestra riqueza crezca para siempre. No es poca fantasía. Nada menos que alcanzar el crecimiento ilimitado dentro de una Tierra limitada.

A fin de cuentas, es exactamente la misma creencia que tenían los antiguos griegos, solo que, para nosotros, en vez de brotar inagotables recursos de un cuerno de cabra, estos manan infinitos de la superficie de un pequeño planeta rocoso.

Sin duda la Tierra es más grande que un pedazo de cuerno de una cabra. Pero es igualmente finita y funciona como una máquina térmica con el Sol como fuente caliente y el espacio exterior como sumidero, limitada -queramos o no- por los principios de la termodinámica.

Cornucopia o cuerno de la abundancia. Jill Wellington en Pixabay.

Negacionistas

Durante años mucha de la gente que ahora promueve el mito de que el progreso acabará con todos nuestros problemas permitiendo un crecimiento ilimitado, militó activamente como negacionista del cambio climático, argumentando que el efecto invernadero del CO2, que pasó de 270 ppm a 415 ppm debido a la quema de combustibles fósiles, nada tenía que ver en el calentamiento global.

Para cuando la evidencia científica resultó totalmente incontestable, quienes no están dispuestos a cambiar nada, decidieron cambiar de argumentos. Lo que sea con tal de no aceptar perder.

En algunos el cambio fue pequeño. Por ejemplo, el economista Björn Lomborg asume que hay un calentamiento global de origen antropogénico, pero como remediarlo nos traería pérdidas económicas, sostiene que lo que más nos conviene es no hacer ni caso y seguir adelante sin gastar nada en mitigarlo, viviendo mientras tanto lo mejor que podamos, con la esperanza de que la catástrofe global no ocurra durante el transcurso de nuestras vidas. ¡Ya se apañarán los que vengan detrás!

Otros economistas, como Julian Simon, simplemente se aferran a un optimismo en grado extremo, sosteniendo que el crecimiento sin límites de la población dentro de una estructura de libre mercado terminará por generar una tecnología tan avanzada que finalmente será capaz de conducirnos a un mundo en constante crecimiento y a pesar de ello con un medio ambiente sano. El nuevo mito de la Tierra como una nueva Cornucopia.

Por supuesto Simon no puede explicar, ni siquiera aproximadamente, cómo la tecnología hará esto, pero asegura que será algo que acabará ocurriendo en un futuro próximo y, aunque aún no sabemos de qué forma, podemos estar seguros de que solo ocurrirá si se mantiene un sistema libre mercado sin regulaciones.

Extremismo

Sorprendentemente, unos cuantos llevan esta visión “cornucopista” del progreso todavía a una posición más extrema. Un buen ejemplo lo encontramos en el multimillonario Patrick Collison, quien fundó Stripe, una empresa de software que desarrolló un sistema de pasarelas de pago fáciles de integrar en cualquier web. El respaldo financiero de Elon Musk, sirvió para que Stripe fuese valorada en varios miles de millones de dólares.

El exitoso Patrick Collison, sin duda convencido de tener un talento excepcional, tiene la pretensión de "cambiar el mundo”. Cree que su cambio será comparable, si no mayor, que el que supuso la agricultura o la revolución industrial.

En esencia, Collison cree que no comprendemos bien la dinámica del progreso, por lo que no podemos acelerarlo. Aboga por crear una nueva “ciencia del progreso” que nos permita avanzar mucho más rápido de lo que lo hacemos en la actualidad.

Muchas posibilidades no suponen necesariamente progreso. Kris en Pixabay.

¿Progreso?

Resulta muy ilustrativo comprobar lo que el movimiento iniciado por Collison entiende por “progreso”:

- En primer lugar, no quieren un mundo en el que los humanos vivan más armoniosamente con la naturaleza. Según ellos “Cuando la mejora de la vida humana requiere degradar el medio ambiente, la humanidad tiene prioridad moral sobre la naturaleza”.

- En segundo lugar, no desean un mundo con menos desigualdades. “Es necesario centrarse más en el crecimiento total del pastel que en cómo se divide”.

- En tercer lugar, no importan las normas sociales que se interponen en la idea de “progreso”, ni siquiera las normas éticas que comparten todas las culturas humanas. Por ejemplo, piensan que no debería haber limitación alguna ética alguna al comercio, incluso de bienes como pueden ser los úteros para que quien tenga dinero, pero no la capacidad biológica, pueda concebir a un hijo. Los órganos para trasplantes también deberían ser objetos de oferta y demanda. Quien tenga el dinero suficiente debería clonarse.

- El cuarto punto a destacar es que “el progreso debe centrarse exclusivamente en los avances materiales, sin incluir aspectos como el avance moral”.

- El quinto punto es el tipo de “bienestar” que pretenden fomentar. No es la salud, la calidad de vida, satisfacción vital, la felicidad o la sostenibilidad, sino que su única prioridad es aumentar el PIB total. “El crecimiento económico tiene que ser la estrella del norte que guíe a la civilización mundial”.

Hipotéticos milagros

¿Hasta qué punto conviene fiar nuestro futuro a esta serie de partidarios de un “progreso” tan a su medida? ¿Debemos creer a pies juntillas en una serie de hipotéticos milagros que realizará en su momento el dios del mercado?

Resulta verdaderamente sorprendente que consigan el apoyo de tanta gente. Pero, a fin de cuentas, los mecanismos por los cuales los seres humanos establecemos nuestras creencias resultan, cuanto menos, peculiares.

Así mucha gente cree a pies juntillas que el 13 les traerá mala suerte, sin cuestionarlo en absoluto, pero diles que la pintura de la pared de enfrente está fresca y tendrán que tocarla para asegurarse.

Por supuesto no todos los economistas, ni mucho menos, caen en el mito de la Cornucopia. Cada vez se publican más trabajos que hablan de la enorme incidencia que el cambio climático y la pérdida de la biodiversidad tendrán sobre la creación de riqueza.

Estos trabajos chocan con la esencia más arraigada de lo que entendemos por progreso. Creemos que nuestros hijos vivirán mejor que nosotros, tal y como nosotros vivimos mejor que nuestros padres y nuestros padres vivieron mejor que nuestros abuelos. Pero esto no es así y las cifras son contundentes.

Los hijos cada vez ganan menos que sus padres. Adam Nowakowski en Unsplash.

Hijos más pobres

El futuro de nuestro mundo de cambio climático puede resumirse dramáticamente calculando las probabilidades de ganar más que quienes nos precedieron: Los niños nacidos en países desarrollados de los años 50 del siglo pasado tenían un 92% de probabilidad de ganar más dinero que sus padres (y al final los datos demostraron que este porcentaje todavía fue mayor).

Pero las cosas no fueron igual para los nacidos en la década de los 80, quienes solo tuvieron un 50% de probabilidades estimadas de ganar más que sus padres (y al final datos demostraron que aún fue peor).

Pero en la segunda década de este siglo, las cosas se invirtieron respecto a los años 50 del siglo pasado. Menos del 10% de los nacidos en esa década ganarán más que sus padres. Y las cosas siguen empeorando. Ahora muchos economistas estiman que menos del 5% de quienes nacieron después de 2020 conseguirán ganar más que sus padres.

¿Todavía piensas que el cambio climático no te traerá pérdidas?

Cómo escapar de la extinción humana: artículos para entender lo que está pasando con el planeta

 

Bajo este epígrafe publicamos una serie de artículos que analizan de forma científicamente rigurosa la crisis planetaria en sus diferentes dimensiones, así como explican cómo afectará a nuestras vidas y el precio que habremos de pagar para escapar de la catástrofe que podría acabar con la vida en la Tierra.

Ofreceremos una visión completa de la problemática, siempre en clave divulgativa, que no solo expondrá los últimos conocimientos sobre biología y ecología, sino también las últimas aportaciones desde campos tan dispares como la neurobiología (intentando ver por qué nos comportamos como lo hacemos cuando destruimos nuestro propio ambiente), e incluso desde la economía más científica.

El objetivo de esta serie de artículos es que cualquier persona pueda no solo entender lo que está pasando, sino también, si así lo desea, comprometerse con el planeta con los conocimientos adecuados que le permitan trascender medidas meramente estéticas.

Como el cambio global que estamos sufriendo es extremadamente complejo, los artículos que intentan explicarlo van a ser relativamente complejos. Pero vale la pena esforzarse para entender el cambio global, ya que es algo extremadamente grave.

Para ello le invitamos a hacer un viaje largo y complejo, pero también divertido, a través de toda esta serie de artículos. Solo después de haber leído muchos de ellos estará en condiciones de entender bien lo que estamos viviendo como especie y de actuar en consecuencia.

 

EDUARDO COSTAS

 

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