Gente que viene y bah es «un canto a la vida, una historia que tiene que ser contada con mucha luz, color, sensibilidad y sentido del humor», explica Patricia Font, ganadora de un premio Goya por el corto Café para llevar y que se estrena en la gran pantalla con esta comedia romántica protagonizada por Clara Lago, Carmen Maura, Alexandra Jiménez, Carlos Cuevas y Alex García entre otros.

P Cada día aprendemos algo. ¿Qué has aprendido de Bea, la arquitecta de éxito a quién interpretas en esta comedia?

R Que en la familia, a veces, se dan por sentados vínculos que aunque creamos que son indestructibles hay que seguir regando. No hago un análisis específico de mi personaje ni pienso qué me ha aportado, pero es inevitable que algo aprendes porque al interpretar ahondas en ti y siempre sacas partes de ti. A Bea la he disfrutado un montón porque hago un registro diferente. Normalmente me han dado personajes de tipa dura, de mal carácter y con más seguridad y Bea es más vulnerable por lo que me ha encantado poder explotar, desde la interpretación, esta vertiente. Mi reflexión, y es algo a lo que yo le doy vueltas, está el tema del éxito y la felicidad. Ese es, para mí, uno de los grandes mensajes de la película y es a lo que le da vueltas todo el rato Ángela (Carmen Maura). Ella trata de inculcar a sus hijas e hijo que hay que buscar la felicidad, que hay que hacer lo que sea para ser feliz y que la felicidad es un traje hecho a medida para cada uno. No hay reglas matemáticas. Lo que a uno le da la felicidad a otro no y cada uno tiene que encontrar su propio camino y su propia definición de felicidad. Sin embargo, nos han inculcado que hay ciertas cosas, como el éxito profesional o los bienes materiales, que dan la felicidad y eso no es así porque hay gente que tiene esas cosas y se siente vacía en su día a día.

P ¿Y esa búsqueda de la felicidad es la que guía tu día a día?

R Sí, lo intento. Todos tenemos responsabilidades y hay cosas que te apetecen más y cosas que te apetecen menos pero yo, y es verdad que tengo la suerte de que me lo puedo permitir porque soy superafortunada, me dedico a lo que más me gusta y me va muy bien. Yo soy selectiva con las películas que elijo y siempre intento hacer los proyectos que me apasionan porque las cosas se abordan de otra manera cuando es algo que te apetece e ilusiona. Si tienes la agenda petada pero todas las cositas que tienes te apetecen, al final sacas energía. Si todo son responsabilidades y obligaciones que en el fondo solo te consumen energía y no te aportan, por mucho éxito que tengas, al final te vas a quemar.

P La película comienza con unos planos en los que Bea sueña con ser arquitecta. De pequeña ¿con qué soñabas?

R Mi sueño de ser actriz me vino muy pronto y se me cumplió rápido.

P ¿Recuerdas algún episodio de tu vida que, como a tu personaje, te llevara a cambiar de planes de forma radical?

R Desde muy chiquitita me encaminé hacia este tipo de vida. Mi gran cambio fue a los diez años cuando me llegó la oportunidad de hacer un proyecto para televisión. Eso me hizo darme cuenta de que yo quería hacer eso. Con quince años decidí parar un año e irme a Estados Unidos a aprender inglés porque uno de mis sueños era trabajar en Estados Unidos y para eso necesitaba saber bien inglés. Hice un casting en inglés para Tristán el blanco y la experiencia fue malísima, salí del casting tan abochornada y lo pasé tan mal que dije ‘¡esto a mí no me vuelve a pasar’ y me propuse aprender inglés, me costara lo que me costara.

P ¿Cómo ha sido trabajar con Carmen Maura?

R Una pasada, increíble, ha sido uno de mis sueños hecho realidad. Yo de pequeña vi Mujeres al borde de una ataque de nervios y de repente me he visto trabajando con ella. Además de lo que significa trabajar con ella, ha sido tan buena compañera, superhumilde, fácil para trabajar, cero diva... Tiene un personaje precioso. Ella, no sé si por cosas que le han pasado en su vida o porqué, lo relativiza todo mucho y en los rodajes busca pasárselo bien... Siempre está de buen humor. A ella le daba igual que fueran las siete de la tarde que de la mañana, siempre estaba de buen humor y con una positividad contagiosa. Es una mujer muy luminosa.

P En la película, Bea quiere pero no llega a perdonar la infidelidad de Víctor, ¿empatizas con ella en eso?

R No creo que sea tanto un tema de la infidelidad sino de la traición del después y que, por la culpa de lo hecho, le pida matrimonio. Creo que Bea sí sería capaz de perdonar la infidelidad porque todos podemos cometer un error.

P Entre lo pasional y lo racional, ¿qué camino sueles elegir?

R El equilibrio y la justa medida de ambas. Si fuéramos absolutamente pasionales y viscerales y siguiéramos nuestros instintos acabaríamos todos como las Grecas, pero si eres cien por cien racional te limitas mucho. La intuición ,por ejemplo, es algo que no pasa por lo racional.

P ¿Te sigues poniendo nerviosa ante un estreno?

R Es otro tipo de nervios. Me pongo nerviosa por las ganas de compartirlo y ver qué pasa. Antes lo sufría porque no me gustaba verme juzgada todo el rato y era supercrítica conmigo. Ahora he aprendido a verme y sé juzgarme con más cariño. Los estrenos los vivo con más ilusión que miedo.

P ¿Cómo ha sido trabajar con Patricia Font?

R Ha sido su primera vez. Vi su corto Café para llevar que es maravilloso y cuando me dijeron que era ella la que dirigía esta peli me hizo mucha ilusión. Ha llevado la película por un lugar estupendo. Ha sido un descubrimiento a todos los niveles. Es una mujer con un talento enorme y una visión muy personal que para mí es muy importante. Tiene mucha sensibilidad y es muy fina a la hora de matizar. Ha tenido en su cabeza desde el principio superclara la película. Trabaja con gran templanza y relajación y eso es maravilloso porque genera un ambiente de rodaje estupendo ¡y eso que estaba embazadísima cuando rodamos la película!

P Hay ahora una muy buena hornada de directoras.

R Cada vez más. Ya era hora. Y ahí es donde más queda por recorrer. Necesitamos más directoras, guionistas, productoras... porque al final son los pilares de una película y las que aportan su visión. El director es el que cuenta la película y cómo lo cuenta es lo importante. El dire es el que marca el tempo, el tono... Todavía falta para que se equipare el número de directores y directoras pero la igualdad llegará cuando no hablemos de ello por una cuestión de género sino de calidad.

P ¿Observas que, desde «Ocho apellidos vascos», el cine español arrastra a más gente a las salas?

R Se nota un montón pero no me atrevo a ser tan osada de pensar que fue por eso. La gente ya tiene otra percepción a la hora de ver una película española. Lo noto con mis amigas. Antes daba pereza y de repente ha cogido una velocidad... Se hace cine de mucha calidad. El público mira ahora el cine español con más cariño y más orgullo y eso es lo que hacía falta para que la industria pudiera seguir creciendo.