En un pueblo de la costa gallega vive Mario (Luis Tosar), un hombre ejemplar. En la residencia donde trabaja como enfermero todos le aprecian. Cuando el conocido narco Antonio Padín (Xan Cejudo) ingresa en el centro, Mario trata de que el anciano se sienta como en casa. Ahora, los hijos de Padín -Kike (Enric Auquer) y Toño (Ismael Martínez)- están al mando del negocio familiar, pero una fallida operación de contrabando llevará a Kike a la cárcel y les generará una peligrosa y cuantiosa deuda con un proveedor colombiano. Toño recurrirá al enfermero para que persuada al padre de que la salde ... pero Mario tiene sus propios planes.

Esta es la sinopsis de la última película de Paco Plaza, un thriller con una fuerte carga dramática, que aborda temas como la traición, las relaciones familiares, las consecuencias del mundo de las drogas o la violencia. Un film que explora el lado más oscuro del ser humano y ejemplifica a la perfección el ojo por ojo y diente por diente ya que es la crónica de una venganza.

Paco Plaza, director de la película y responsable de éxitos como Verónica y de tres entregas de la saga terrorífica [—REC], afirma que esta es la primera vez que rueda un largometraje «sin haber intervenido en el proceso de escritura. Y la razón estaba clara: cuando llegué al final de la lectura del guion, sentí que no podía permitirme no filmar esta película. Rara vez cae en tus manos un argumento tan brutal como el escrito por Juan Galiñanes y Jorge Guerricaechevarría, que combine la estructura de un thriller trepidante con una profundidad moral de semejante calado, donde los personajes nos empujan a mirarnos a los ojos para escarbar en nuestro interior y hacernos preguntas: nuestras decisiones... ¿nos construyen como personas o nos revelan quiénes somos en realidad? Los actos tienen consecuencias, pero ¿hasta dónde estamos dispuestos a asumirlas? Por muy justificado que creas que está el motivo de tus acciones, estas pueden desencadenar algo que desborda el objetivo de la acción inicial: tomando el camino correcto puedes llegar a una solución equivocada, y al revés. Hay que tener mucho cuidado con lo que uno desea, porque se puede volver en contra», explica el cineasta valenciano.

«Me gusta mucho el espíritu de tragedia griega que posee la película -continúa- al intentar manipular lo que tiene que pasar, se abre una caja de Pandora. Tiene algo de Sófocles (Edipo rey) y de Shakespeare (El rey Lear), porque las relaciones familiares son aquí también fundamentales. La película muestra en su trama una venganza, pero retrata asimismo el universo de la familia y de las raíces de nuestros actos. Por ejemplo, los antagonistas del protagonista, en realidad, son niños grandes deficitarios de amor, a quienes su padre ha despreciado siempre y eso les ha empujado a ser de una determinada manera, a intentar parecerse a un modelo equivocado: ser lo que no eres o convertirte en algo concreto, sólo por cumplir la expectativa de tus padres o de la sociedad, puede traerte consecuencias nefastas. Hay también en Quien a hierro mata una especie de fatum trágico lorquiano, como en Bodas de sangre o Yerma, con el destino cruel aplastando a los personajes». Y aclara Plaza: «En realidad nadie es bueno o malo absolutamente en la película: todos tenemos dos caras y por muy honrados que seamos, en diferentes situaciones, nuestras acciones no tienen por qué corresponderse con nuestra bondad. A veces, una persona despreciable puede tener un gesto de nobleza, y una persona muy noble puede hacer cosas terribles. Todos llevamos un ángel y un demonio dentro: la película habla de esa dualidad. Las peores personas pueden ser capaces de llevar a cabo algo noble, y las mejores personas, de hacer algo terrible. Y el narcotráfico sirve de telón de fondo en esta historia, pero la película habla principalmente de las personas implicadas, no del negocio de la droga propiamente».

«Estuve en la zona donde transcurre el film, en Rías Baixas, deseaba ver cómo es realmente ese universo y así ha quedado en la película. Me apetecía huir de cualquier tipo de idealización de los narcotraficantes, porque es gente normal que tiene un negocio de mensajería, pero lo que transporta, en vez de lavadoras o muebles, es cocaína. Me gustaba que todo fuera real y la Galicia que se ve es así realmente. Quería quitarle toda la épica al asunto del narco», confiesa el director.

«Cuando ruedas en un lugar, tienes que abrazarlo, así que abrazamos la crudeza que nos daba Galicia. Nuestra apuesta estética no fue neutralizar esa crudeza, sino asumir dónde estábamos y sacarle el máximo partido. Hacer una película consiste en abrir los brazos y dejar que lo que haya te impregne y no luchar a la contra de lo que tienes: es asumir lo que tienes para potenciarlo. La idea era intentar hacer una aproximación, que la sensación de realismo y verosimilitud fuera constante», recalca Plaza.

«Yo tenía un guion que me encantaba y un protagonista que es un genio, así que tenía que dejar brillar la historia y a Luis: mi labor como director nunca es estar por encima o dominar la historia, sino dejar que la trama se cuente de manera natural. El desafío en Quien a hierro mata consistió en estar a la altura del guion y de los actores: eso me generó bastante responsabilidad. Ese fue mi trabajo: intentar que eso llegase al espectador de la manera más eficaz posible» concluye Paco Plaza para el que «rodar con Luis Tosar es como conducir un Ferrari». «Ha superado cualquier expectativa. Es un actor superdotado. Te garantiza siempre la verdad.Tiene una gran honestidad, la misma que posee como persona, y la transmite en todos sus papeles. Le crees en todo», ensalza.