Hace dos semanas tuve una crisis de ansiedad. No la había tenido nunca, no al menos con esa intensidad. Realmente es muy desagradable. Ahora que han pasado los días me doy cuenta de que fue un regalo, aunque en el momento tuve dificultad para respirar y sentí mucha angustia y miedo. Me di cuenta de que estaba sobrepasada. Me había puesto en la mochila de los «to do»s muchos frentes: un par de obras, la familia, proyectos profesionales ambiciosos y una multiplicidad de relaciones importantes que cuidar. Todo ello combinado con un par de «malas noticias» de las que traen cola. Sencillamente no llegaba a todo y llevaba bastantes noches en las que me costaba dormir tranquila. Sentía que «saltaba» mentalmente de un tema a otro y me arrastraba a una espiral enloquecedora, sin tregua alguna.

En ese momento pensé que necesitaba gestionar aquello tomando alguna decisión sobre la gestión de mi tiempo. La gestión de mi tiempo implicaba revisar mis prioridades, tan sencillo y complejo a la vez. Anoté en bruto todo lo que tenía pendiente. Hice dos listas, la primera la bauticé «AHORA» y la segunda, «PARKING». En la primera escribí sólo aquello que necesitaba hacer con carácter inmediato, eran solo tres cosas y me produjo mucho alivio. Ademas, establecí entre ellas un orden de prioridad. En la segunda, había fácil quince cosas más. Quedaron fuera de las listas algunas cosas que decidí no hacer y otras que delegué íntegramente. Así ya me podía poner manos a la obra.

En primer lugar, me hice predecible. Avisé a algunas personas de que dejaba determinadas cosas en barbecho. Algunas de ellas tenían que ver con plazos que yo solita había fijado con excesiva urgencia. Además de sentirme liberada al ver que a esas personas no les causaba ningún problema esperar un poco, conseguí la tranquilidad de saber que no iban a estar esperando o preguntándome sobre el estado de los temas que llevábamos conjuntamente. En algunos casos pospuse las tareas a fechas concretas y, en otros, simplemente advertí que, hasta nueva orden, el tema quedaba pendiente. Creo que las personas con las que hablé agradecieron mi claridad y comprendieron que necesitaba establecer esos límites.

Con la tranquilidad que todo ello me reportó, pude hacer frente a esas tres cosas de la lista AHORA y acabarlas en el tiempo que me había fijado. De otra manera hubiera sido imposible. Automáticamente, recibí una inyección de energía para escoger otras tres cosas que estaban en la lista PARKING, que decidí traspasar a la lista AHORA. Nuevamente, cumplí mi propósito. Y así, sucesivamente. Y en ello sigo.

Además de las listas que realicé, hay tres cosas que fueron clave en la gestión de mi tiempo para evitar la ansiedad:

- La aceptación de mis limitaciones para abordar responsabilidades, sin juzgarme negativamente por ello.

- Utilizar la flexibilidad como recurso para plantearme la atención de mis responsabilidades de una manera diferente.

- La gestión de las «tentaciones» de querer hacer alguna cosita más de las previstas en la lista AHORA. Cuando eso sucedía, amablemente tenía un diálogo conmigo misma en el que me decía que, como se trataba de tareas que estaban en la lista PARKING (o fuera de lista), no tocaba ocuparse de ellas. Los primeros días aparecían como champiñones en mi cabeza esas tentaciones, pero ya prácticamente no me sucede ni dos veces a la semana.

¿Y qué hacer con las nuevas tareas que también han aparecido? Pues decidir si iban en la lista AHORA o PARKING y no darle más vueltas...

Todo ello lo he conseguido gracias a mi convicción y propósito de no pensar y ejecutar más que lo que tenía en la lista AHORA, claramente lo necesitaba. Y tú, ¿quieres hacer tu lista?