El Xiri esta encontrando su camino. ¡Bien! La transición entre la cocina sólida y tradicional de Josep Palomares Magraner (padre) y las ansías creativas de Josep Palomares Albert (hijo) arrancó con una indefinición poco seductora. Josep andaba demasiado influenciado por sus maestros (con Ivan Cerdeño y Nazario Cano a la cabeza) y reproducía conceptos que poco o nada tenían que ver con la historia de la casa. Ahora, con la experiencia que da el rodaje, plantea una cocina que en lugar de romper con sus orígenes evoluciona sobre ellos. Me gusta este Josep más sensato, más sensible y más consciente de su lugar en el mundo.

El menú intercala platos rotundamente tradicionales con otros en los que Josep intenta seguir las tendencias sin alejarse de los sabores locales. Arranca con una soberbia croqueta de rabo de toro con quisquillas marinadas en ras el hanout (sabrosa y contundente) y continua con una colección de platos en los que siempre está el terruño. A veces de una manera explícita, como en las gacha migas con pulpo y berenjena, y otras a modo de recuerdo o inspiración, como en el ajoblanco con leche de coco y uvas de la zafra (una partida del municipio). Los fines de semana Xiri se complementa con Bixtro y Xiri pizzería. De la misma cocina salen los tagliatelles de sepia del restaurante gastronómico que las alitas de pollo del bistró. Cuando estás en un pueblo del interior sólo puedes cumplir tus sueños si te aseguras la fidelidad del vecindario. Y el menú degustación se consume una vez al año.