El Ventorro, cocina casera en el centro de València
Alfredo Romero ofrece buenas materias primas tratadas con mucha sencillez.
Contra las tendencias. Contra las modas. Contra el postureo. Contra lo moderno y lo previsiblemente exitoso. Alfredo Romero juega en el tablero de la gastronomía con las armas del pasado. Sin inventar nada. Sin intentar sorprender. Cocina de mercado pura y dura. Años atrás incluso alguien podría definirla como cocina casera. Eran otros tiempos, claro. Cuando el sabor marcaba el éxito de los platos y guisar era la única habilidad que definía al cocinero. Desde cierto punto de vista. El Ventorro es un restaurante de otros tiempos. Y eso no es necesariamente malo.
El Ventorro no tiene carta. Alfredo llega y canta a viva voz la oferta del día. Personalmente nunca me ha gustado esa forma de obrar. Te obliga a memorizar de cabeza toda la oferta y te impide conocer el precio de cada ración. Lo segundo no importa demasiado porque en esta casa los precios son siempre bastante contenidos. Pero lo primero me parece una incomodidad innecesaria. La lista de opciones es bastante amplia. En los entrantes, buenas materias primas tratadas con mucha sencillez. Unos salmonetes en delicada fritura, unos sepionets fresquísimos, unas habitas con foie, vieiras… Luego, para los principales, la oferta se diversifica con la calidad del producto siempre por bandera. Pescados de playa, buenas carnes… Todo con tratamientos extremadamente sencillos. Ni el producto necesita más, ni el cliente acude allí buscando florituras.
Cuando el frío aprieta, El Ventorro ofrece las mejores legumbres de València. Una verdinas con perdiz, una judías pintas con chorizo… Son buenas porque la legumbre es de calidad y porque en cocina saben darle el punto para que estén sabrosas sin resultar demasiado pesadas. Tampoco la bodega tiene carta. Y eso es más difícil de asumir todavía. Alfredo te pregunta por los gustos y te sugiere un par o tres de referencias. Ni demasiado comerciales, ni demasiado arriesgadas. Interesantes pero capaces de gustar a todos.
Puede que El Ventorro vaya contra las tendencias, pero es evidente que no va contra sus clientes. Muy pocos restaurantes cuentan con una parroquia tan fiel como éste. Cuesta encontrar mesa. Una grupo de escogidos clientes vuelve día tras día al restaurante. Se reparten por los minúsculos comedores que ocupan cada una de las tres plantas. Suben y bajan por la estrechas escaleras, asumen las incomodidades de un edificio antiguo y angosto. Saludan las mesas donde habitant conocidos o clientes. Aquí casi todo el mundo se conoce. Notarios, abogados, empresarios, médicos, comerciantes… Profesionales que comen a diario en restaurantes y vuelven, en cuanto pueden, a El Ventorro. Porque uno podría comer aquí cada día de su vida sin cansarse nunca.
La oferta es variada, está rica y es saludable. Comer en El Ventorro no te hipoteca la tarde. Ni te exige mucho tiempo, ni te provoca una pesada digestión. Alfredo no intenta que la comida en El Ventorro se convierta en una «experiencia». Sólo aspira a que sus clientes disfruten de unos platos sabrosos. No tiene nada que enseñar. Sólo quiere que coman, que charlen, que pasen una buena tarde en su casa y que vuelvan lo antes posible. De esto iba antes este oficio.
¿Dónde?: C/ de Bonaire, 8, Ciutat Vella, València
teléfono: 963 52 74 01
lo mejor: Esa cocina que recuerda a las abuelas...
lo mejorable: La carta cantada. Es una incomodidad innecesaria
lo imprescindible: Las legumbres. No se me ocurre otro restaurante más aconsejable cuando el frío pide cuchara...
PRECIO MEDIO: 60 euros
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