Cuando todo estaba preparado para el debut estelar de la nueva era del Valencia en el Pizjuán, los de Nuno a punto estuvieron de recibir uno de esos cubos helados tan de moda, pero el empeño, la confianza y la concentración se impusieron con un empate épico en los últimos instantes del partido. La falta de fortuna, y de puntería, en la primera media hora y una expulsión muy rigurosa a Del Paul, en el minuto 67, cuando solo llevaba unos segundos en el campo, dejaron sin victoria a los blanquinegros, pero el gol de pecho de Orban sabe a un dulce empate. Una igualada que refuerza el comportamiento de uno equipo nuevo que necesita mucha confianza para encarar la larga temporada con solvencia. El trabajado punto conseguido anoche en Sevilla sabe a gloria.

Había muchas cuentas pendientes, pero los de Nuno salían con el aviso de mantener la concentración. El técnico portugués repitió el once del Naranja que maravilló ante el Milán, y el inicio del duelo fue prometedor.

Piatti tuvo la primera a los siete minutos. El argentino recuperó un balón, y tras una pared perfecta con Alcácer, cruzó un tiro que superó a Beto, el balón fue a la base del palo derecho del meta luso y en vez de ir dentro, se paseó por la misma ralla de gol, hasta el otro palo, que la sacó fuera de forma incompresible. Una oportunidad inmejorable para adelantarse, se esfumó. Pero dejó claras las intenciones blanquinegras.

El Valencia salió más organizado que el Sevilla. El centro del campo de Nuno se imponía con claridad a los de Emery. La sala de máquinas, con Parejo de jefe, funcionaba a la perfección. Y los hispalenses notaban la falta de Fazio, que no entró en la convocatoria porque pone rumbo a la Premier. Eso obligó al técnico del Pizjuán a recolocar su zaga y dar entrada al valenciano Iborra.

Piatti era quien más peligro llevaba al área de Barbosa, que entró después de la lesión de Beto. Los intentos de ataque de los de Emery se encontraron con Otamendi y Vezo, una pareja de centrales improvisada que lleva camino de perpetuarse, muy bien asistidos por Barragán y Gayà en las bandas. Piatti estuvo a punto de marcar minutos después cuando robó la pelota de los pies de Barbosa, que se hizo un lio cuando intentaba alejar el peligro de su área.

Pero en una contra marcó Aleix Vidal, minutos antes del descanso, después que Bacca se zafará de la defensa valencianista y dejará el balón a bocajarro, y aunque Alves paró de primeras, el trallazo era tan fuerte que rebotó al delantero andaluz que en el segundo chut envió el balón a la red.

Tocaba remontada, pero tres el descanso, el Valencia salió espeso, ni con la entrada de Feghouli se consiguió dominar el encuentro. El Sevilla entonces empezó a enfriar el partido con faltas y perdidas de tiempo, con el objetivo que los blanquinegros no cogieran el ritmo. En ese escenario se mueven muy bien los del Pizjuán y en un error defensivo, Vitolo estuvo a punto de hacer el segundo.

Cuando el Sevilla tenía el control del partido, Nuno cambió a Alcácer por De Paul, que en la primera jugada fue expulsado en un forcejeo con Vidal. El Valencia se quedaba con diez, a veinte minutos del final, y cuando más necesitaba recomponerse. La moral valencianistas bajó al mínimo y con el partido muy cuesta arriba, aprovechó Emery para dar entrada a Banega. Uno de esos golpes de efecto que tanto le gustan al técnico vasco.

El encuentro se rompió con la expulsión de Rodrigo de Paul. Los sevillistas juntaron todas las líneas, esperaron el desgaste del Valencia y buscaban otro contragolpe letal.

En los últimos diez minutos, Rodrigo provocó una falta al borde del área, que lanzó Parejo pero se fue por muy poco por encima del larguero. El capitán valencianista tuvo poco después otra ocasión, y también se fue fuera por muy poco. Eran los primeros indicadores que el Valencia estaba todavía en el partido y que Emery daba por bueno la ventaja por la mínima.

Orban entró por Gomes y fue el héroe de la noche. En una buena jugada trazada, un balón suelto llegó al área pequeña donde el argentino se lanzó para rematar con el pecho, con tanta convicción, que marcó. Un empate cuando faltaban solo tres minutos. Una igualada justa, para que el grupo coja confianza y se perjuré para los momentos de adversidad, cuando el fútbol necesita más de corazón que cabeza.