Las dos últimas visitas de Peter Lim a Mestalla le han servido, entre otras cosas, para reafirmarse en su idea de que quiere que, el nuevo Mestalla, tenga la misma fisonomía interior que el viejo. Es decir, que las gradas estén pegadas al terreno de juego y no separadas como en un principio se había diseñado. Lim, así lo ha recordado tras el partido del Betis, quiere que la afición esté cerca del equipo para que apriete al rival „aunque en esta ocasión, el damnificado fue el técnico„. En el rediseño que se está realizando se ha trabajado en bajar el césped para acercarlo a las localidades „inicialmente iba pista de atletismo„. La zona más alta, por su parte, podría ser anulada.

El nuevo proyecto, en el que trabajan un equipo de arquitectos e ingenieros en Singapur, está «muy avanzado», tal como ayer reconocían desde el club. Y es que, a pesar de que en el esqueleto de la Avenida de las Cortes aún no se han reanudado las obras, la intención de la nueva propiedad porque así se plasmó en el contrato de compra-venta del club, sigue siendo la de jugar en el nuevo campo en el año del Centenario. Es decir, en 2019. De ahí que se hayan acelerado los planes. Ayer viajaron a Barcelona tanto Christian Schneider, responsable del nuevo estadio, como David Rosa del departamento de marketing para reunirse con responsables del «Power8 Stadium»; un recinto cuyo diseño pertenece al estudio de arquitectura de Fenwick, arquitecto oficial del nuevo Mestalla. La presidenta Layhoon Chan también asistió al encuentro.

La idea de Lim, y en ello se trabaja, es que el nuevo estadio sea moderno y funcional así como que su coste no sea desorbitado. Se estima que, rediseñarlo, construirlo y acabarlo implique entre 120 y 130 millones de euros.