El Valencia fue incapaz de escapar anoche del laberinto al que le condujo Las Palmas, rival humilde y admirable, que le condenó a perseguir una pelota que nunca fue local, diluyendo ante la exasperación de Mestalla todo signo de recuperación imaginado tras el 1-5 ante el Celta de Vigo. Con un paupérrimo 1-1 sostenido por los guantes de Jaume, quedó comprobado que Balaídos fue un espejismo. Un oasis en medio de una temporada marcada por la mediocridad. El «Nuno vete ya» sonó más fuerte que nunca.

El Valencia saltó al campo intentando repetir una de las lecciones que había dejado el sorprendente estallido goleador en la jornada anterior: presión adelantada y agresiva, sin dejar respirar a la línea de creación de Las Palmas. Los canarios habían arrancado el partido con una falta bien buscada y golpeada por Jonathan Viera, pero fue el vertical Valencia quien encontró antes el premio del gol. Muy pronto, en el minuto 7. Gayà y André Gomes ganaron la línea de fondo con una combinación a contracorriente, avanzando con fe entre rechaces. El portugués salió ganador del duelo y tuvo la pausa suficiente para ver a Paco Alcácer desmarcado en el segundo palo. El torrentino sólo tuvo que empujarla y apenas lo celebró, como quitándose mérito. El Valencia, como en Vigo, demostraba eficacia para adelantarse en el marcador.

El tanto dejaba el partido dispuesto para aprovechar la supuesta fragilidad de un rival obligado a adelantar posiciones y asumir riesgos contra un Valencia siempre cómodo en la velocidad y los espacios. El partido se mantuvo vivo, pero sobre todo por el inopinado atrevimiento en el juego de Las Palmas, incisivo y al toque para desbordar la medular valencianista. Las conducciones individuales de Tana causaban estragos. Abdennour, contundente por alto, se equivocó gravemente en una cesión atrás y sólo la decidida salida de Jaume deshizo el entuerto. El meta de Almenara acumuló más protagonismo al desviar, a contrapié, un disparo lejano de Araujo que cogió un envenenado efecto al rebotar en la espalda de Javi Fuego.

Las Palmas tocaba y tocaba y Mestalla se impacientaba hasta que en el minuto 26 comenzó a emitir los primeros silbidos ante la desazón provocada por la tranquilísima posesión visitante.Con Feghouli castigado por la fascitis y sin esa frescura característica que lo convierte en desequilibrante, fue André Gomes quien sacudió el creciente sopor con una elegante galopada por la derecha. De nuevo buscó la conexión con Alcácer, que ganó el desmarque y llegó a tocarla de primeras pero demasiado alto. El pitido del descanso fue todo un alivio para Mestalla.

El paso por vestuarios no evitó que el partido continuara sin estar atado. Ante las erráticas pulsaciones del Valencia, eran Roque Mesa, Momo y Tana quienes dictaban el ritmo. De ese modo, a nadie sorprendió que Las Palmas empatase en el minuto 56, en una acción que retrató el descalabro global defensivo del Valencia. Enzo (sustituto de Javi Fuego), Parejo y Abdennour llegaron tarde a cada toque de la triangulación que acabó con Viera solo ante Jaume. El mediapunta que apenas tuvo oportunidades en Mestalla finalizó con maestría y no lo celebró. Fue respetuoso con una grada de nuevo volcánica en sus gritos contra Nuno. El técnico luso miró al banquillo y eligió a Bakkali, que llegó a la cita tocado por una pubalgia, para resucitar la velada. Pero todas las noticias continuarían siendo desalentadoras. Tana, que ayer rozó la internacionalidad, casi culminó la remontada con un disparo a bocajarro salvado entre un gran Jaume y el larguero. Momo, solo en el área pequeña, desperdiciaría otro opción para el 1-2. No hubo ni arreón final de orgullo. Las Palmas buscó la victoria y mereció la victoria hasta el final. Vuelve la tormenta.