El Valencia proyectado por Peter Lim envejece prematuramente en una espiral de derrotas y partidos desapasionados en los que se repite, como una condena, una irritante realidad: la de un equipo desestructurado, exento de jerarquía, vulnerable y alejado de su innegociable relato competitivo. Una decadencia advertida por la grada y que, además, deja al desnudo la capacidad de reacción de un modelo de club basado en una lógica empresarial de mando a distancia, limitada a los consejos de un influyente agente sobre el propietario. Sin mensajes nítidos de autocrítica, la derrota en San Petersburgo contra el Zenit fue otro doloroso ejemplo de desafección. La crisis ha tomado un cariz insostenible con la victoria del Gent en Lyon. A falta de una jornada, el Valencia es tercero y no depende de sí mismo. Hay que ganar al Olympique y esperar que el Zenit puntúe en Bélgica. En caso de empate a 7 puntos, el Valencia se va a la Liga Europa.

La amenaza de partido ruinoso se intuyó desde el inicio, y no por la zozobra ambiental aportada por los -4 grados acentuados por la humedad del río Nevá, que discurre pegado al estadio Petrovski. Si una lectura había dejado el primer partido ante los rusos en Mestalla era que había que taponar, como fuera, la fuga de agua abierta con las incorporaciones de Hulk, que cayendo en diagonales desde la izquierda rompió las costuras de la defensa blanquinegra. Pese a tal evidencia, el encuentro de ayer volvería a decantarse por el mismo flanco del Zenit, con el inabordable delantero brasileño desbordando con pasmosa facilidad a la espalda de Cancelo y con la colaboración, añadida, del lateral Criscito.

Así fueron contándose las llegadas de los locales mientras el Valencia aguantaba el tirón despejando pelotas a saque de esquina. Hasta que al cuarto de hora se rompió el frágil equilibrio valencianista con el gol de Shatov. Una acción que retrata, y no es la primera vez, la falta de contundencia y anticipación de los centrales. Inició Hulk, y primero Vezo —yendo al suelo— y luego Abdennour —llegó tarde—, no taparon a Dzyuba, que cedió a Shatov. El atacante ruso aguantó con sangre fría la salida de Jaume y le batió con un toque sutil por alto.

El tanto agrandó la sensación de desorientación del Valencia. El Zenit mantenía el orden y era superior, no sólo a la contra, sino también en posesión y juego estático. Las posibilidades del Valencia pasaban por la inspiración individual de sus jugadores con mayor intuición, que los hay. Solo quedaba agarrarse a los chispazos de Feghouli y André Gomes, ejemplos camuflados de que este equipo tiene un alma escondida. No parecía una noche propicia para que un debutante como Rafa Mir alterara los guiones. El canterano corrió, se ofreció y cumplió con todo lo que se le encomendó. Poco más se le puede exigir en la frívola apuesta que fue su titularidad.

En el minuto 20 Feghouli envió un pase en profundidad a Alcácer, invalidado por un fuera de juego inexistente.En el 28 Enzo Pérez mandó un envío a la espalda de Criscito. Parejo, descolgado por la derecha, llegó a centrar, pero sin conectar con Alcácer. De nuevo por el flanco diestro apareció André Gomes, que buscó la incorporación de Rafa Mir, que chocó dos veces contra su marcador.

Parecía que el Valencia entraba finalmente en calor, que comenzaba a justificar su vitola de favorito en uno de los grupos más amables de toda la competición. Alcácer contaría con dos aproximaciones, antes del descanso. En la primera (minuto 42), peinó para atrás un balón picado por Feghouli. Se marchó fuera. En la segunda, tras un pase de Parejo y en una posición inmejorable, se le adelantó Smolnikov. El torrentino hizo lo que raramente acostumbra, controlar una pelota en boca de gol, pero que le había caído para la izquierda.

Mejoría irrelevante

Con un ánimo más decidido entró el Valencia a la segunda parte. Por momentos fue un equipo con más cuerpo, que agradeció la entrada de Santi Mina por Mir y el estratégico repliegue de un Zenit que daba un paso atrás para tomar impulso al contragolpe. El delantero gallego incluso marcó un gol, batiendo por bajo a Lodygin tras un pase de Parejo, pero quedó anulado por fuera de juego. El Zenit, en cambio, no perdonaría. Le bastó con una pared primorosa entre Hulk, Danny y Dzyuba, que marcó a placer. El partido quedó enterrado definitivamente con la expulsión por roja directa de Vezo.

Las grietas se multiplican en el peor de los contextos para el Valencia, que afronta muy debilitado un mes de diciembre en el que se jugará todas sus aspiraciones ante rivales de altura. Para empezar, en la Champions, el gran escaparate para Lim. Sin más arte de magia que la de su propia inoperancia, se ha convertido en toda una final el duelo ante el Lyon. En dos jornadas, el match ball a favor se torna en milagro, al dilapidarse una ventaja de cinco puntos con el Gent.