Del repetitivo calvario en el que se ha convertido cada partido en Mestalla solo se puede rescatar el partido de Mathew Ryan. Con sus buenas actuaciones en la Liga Europa, el meta australiano parece que se asienta en la titularidad. Ayer sus intervenciones, sobre todo en la primera parte, aguantaron durante más minutos el frágil equilibrio en el que respira este Valencia. Parece paradójico, pero en esta temporada catastrófica, poco se puede reprochar al rendimiento de los tres porteros.

Con una profesionalidad ejemplar ha esperado Ryan su oportunidad. Sus meses de suplencia los ha soportado en silencio, sin pronunciar una palabra fuera de lugar, ni forzar públicamente una titularidad o una salida en forma de cesión en el mercado de invierno, cuando la posición de Jaume parecía indiscutible y el regreso de Diego Alves tras su larga lesión era inminente. En juego estaba el estatus alcanzado el pasado año como el mejor guardameta de la liga belga, torneo especializado en los últimos años en ser un excelente vivero de promesas, a buen precio, hacia campeonatos más poderosos. Quienes le conocen destacan el perfeccionismo en el trabajo y en los hábitos cotidianos del internacional australiano. En un vestuario (y por extensión en un club) en el que el inglés se ha convertido en uno de los idiomas claves, Ryan no ha optado por la comodidad de recurrir a su lengua materna y su implicación se ha demostrado en el veloz aprendizaje del castellano.

En un partido en el que el Valencia se movió a base de ráfagas cambiantes y estímulos, y el Celta ponía el orden de un equipo mejor estructurado, Ryan volvió a ser crucial para evitar que el rival se pusiera por delante en el marcador y dibujase otra tarde de odisea en Mestalla. En el minuto 24 salvó bajo palos, sobre la misma línea y con la ayuda del poste, un cómodo centro de Mallo que Guidetti remató en semifallo. Y, segundos antes del descanso, en

En el minuto 28 desvió de puños un disparo desde la frontal de Wass que, libre de marca, pudo armar con total parsimonia su chut. Y en el 45, segundos antes del descanso, desbarató otro disparo desde la segunda línea de Orellana. La contribución de Ryan también se vio en otros aspectos. Es una alternativa para la salida de la pelota. El Celta imitó en la presión la premisa de la visita en Liga del Athletic de Valverde, agobiando a Mustafi para que el primer pase recayase sobre Abdennour, cuyas limitaciones técnicas son palpables. Ayer, en cambio, el Valencia para desahogar el juego acabaría recurriendo al pase atrás hacia Ryan, con un excelente juego de pies heredado de su mentor, el exportero australiano John Crawley con pasado en el Colo Colo chileno, donde se empapó de los métodos latinos, más técnicos, en la formación de guardametas.

Cuando parecía que la segunda mitad se decantaba hacia el Valencia, con Danilo a los mandos, Ryan volvía a intervenir para desviar con el pie, ante la flagrante parsimonia de Abdennour, un remate de Jonny, de nuevo la colaboración del poste.

Entonces llegó el cortocircuito ya conocido del último tercio de cada partido en Mestalla. La mala estrategia de Neville en los cambios y el gol rival que funde los plomos y convierte los minutos restantes en un funeral. Poco se le puede reprochar en el tanto de Guidetti, quizá algo más en la sentencia final de Mallo, pero en ese momento ya no existía partido y Mestalla ya estaba semivacío. El síntoma más preocupante de un club en rendición.