Hace dos escasos meses, cuando tomó las riendas del Valencia, Voro González instauró en el vestuario y en las ruedas de prensa un mensaje de supervivencia: el reto del equipo es la permanencia en Primera. Por aquel entonces, tras las vacaciones de Navidad, la perspectiva era que se tendría que luchar por la salvación casi hasta la última jornada. La reactivación del rendimiento en los partidos en Mestalla, con cuatro victorias en cinco encuentros, ha encarrilado este objetivo de mínimos, y ha dejado al Valencia ante una nueva realidad. Escapado del descenso, lejos aún de Europa, pero con casi 40 puntos por disputar, la exigencia interna del equipo, y por extensión del propio club, parece diluirse, ante la frustración del cuerpo técnico. Una entidad contagiada por una falta de ambición asténica.

El Valencia, en el plano deportivo, se ha adentrado en una tendencia pendular: saca los partidos de casa, donde la expectativa y la presión es mayor, pero baja la guardia a domicilio. La imagen dada en las derrotas de Mendizorroza y, sobre todo, en el Vicente Calderón, han sido reveladoras. Los dos meses y medio de campeonato por delante no son un páramo para el club. Además de tener opciones matemáticas de disputar la séptima plaza, que podría conllevar participación europea si el Barcelona ganase la Copa, la posición final en la clasificación también es clave para determinar el reparto de los derechos de televisión, principal sostén financiero del club en una época de vacas flacas deportivas y ausencia de patrocinador principal.

Las doce jornadas restantes son importantes también para Voro. La forma en la que acabe el técnico de l´Alcúdia la temporada, va a ser clave en el consenso de su posible renovación, una vez que ha dado el paso al frente de abandonar la zona de confort del cargo de delegado.

Voro, con un carácter conciliador para levantar grupos heridos, de momento no ha logrado mantener afilada la exigencia interna de una plantilla compleja. El entrenador detectó el riesgo de la autocomplacencia y, en la previa ante el Atlético, intentó activar la motivación del equipo. El mensaje no fue de alerta, tuvo la base constructiva de aprovechar el buen momento para evolucionar, seguir ganando. «Estamos muy bien tras dos meses complicadísimos». El momento de disfrutar.

La ambición no parece impulsarse tampoco desde los despachos. Los mensajes que emite la propiedad singapuresa son pocos y conservadores. No se estimulará una inyección financiera y, sin Europa, se seguirán recortando gastos. El panorama dibujado por los ejecutivos de Peter Lim es que se espera volver a la Liga de Campeones en unos cinco años.