No será necesario que le lleguen informes a Singapur. Peter Lim vio en directo las limitaciones del Valencia, su falta de profundidad de banquillo y la necesidad imperiosa de reforzar el equipo para poder ser competitivos la próxima temporada para una Liga de Campeones que no se sentenció frente al Getafe. El conjunto madrileño, guerrilero, experto y muy bien organizado, ganó con justicia a un Valencia con excesivas rotaciones y con un ritmo demasiado atropellado. El amago de reacción en la segunda parte, iniciado en el gol de Rodrigo, quedó abortado con la expulsión de Parejo, que no jugará en Balaídos. 1-2 final. La tiene tomada la medida el Getafe a los valencianistas, a los que ya ganaron en la primera vuelta en otro envite belicoso.

Un Getafe bien organizado aprovechó la falta de cohesión de un Valencia con numerosos cambios en un "once" con jugadores desconectados de la dinámica de partidos, como Vietto, Andreas o Maksimovic. En el ambiente de Mestalla se respiraba el ansia de una victoria con la que saldar los sinsabores de la derrota de la primera vuelta en el Coliseum. Damián Suárez era silbado como lo fueron en años anteriores Fernando Navarro o Dani Alves, por provocar cuando jugaban en el Sevilla las expulsiones de Aduriz y Silva. La fina memoria del fútbol. Ese ánimo hostil agigantó el espíritu combativo del lateral uruguayo y de todo el equipo de Bordalás, que contuvo a los únicos jugadores que sacaban los dientes en los locales, como Gayà y un Guedes voluntarioso pero acelerado en sus largas conducciones individuales.

En una de esas acciones, en el minuto 15, el extremo portugués fue derribado en posible falta por Flamini, y Damián Suárez mandó un pase en profundidad hacia Remy, justo cuando el Valencia se estiraba siguiendo la carrera de Guedes. El delantero francés ganó la carrera a Garay y batió suave a Jaume, la otra novedad en el once. Antes del descanso, el Valencia solo crearía la ocasión de Zaza en un cabezazo desviado tras el saque de falta de Parejo. El resto, fueron intentos poco elaborados y bastante precipitados que el Getafe desbarató con tranquilidad y su habitual contundencia, que encontró la permisividad de De Burgos Bengoetxea. Es más, Garay pudo haber cometido un penalti sobre Jorge Molina.

Un disparo desde 40 metros de Remy a un adelantado Jaume, y que se marchó fuera por muy poco, fue el aviso de que en la segunda parte no iba a cambiar la tónica del partido. Era el minuto 46 y Mestalla reaccionó a ese susto con silbidos que aumentaron de tono con el segundo gol getafense, dos minutos después. Una pérdida tras saque de banda generó una rápida conexión visitante que acabó en el disparo, libre de marca, de Remy. Acto seguido, Jorge Molina perdonaba el tercero.

Solo el deshonroso 0-2 hizo sacar al Valencia la latente vergüenza torera, en forma de cabezazos de Gayà, líder con puro orgullo de un bloque descompuesto. En el 60, con media hora por delante, Marcelino buscó el golpe de efecto con un triple cambio. Dentro Rodrigo, Carlos Soler y Ferran Torres, para sustituir a Andreas, Maksimovic y un Vietto abroncado, con el crédito en negativo.

No tardaron en darle la razón al técnico. En el minuto 69, Rodrigo se sacaba de la chistera otro golazo de bandera. Control de espaldas y zurdazo al palo largo, imposible para Guaita. El jugador hispano-brasileño es imprescindible para este equipo, dentro del campo y por su liderazgo en el vestuario. El club debe hacer un esfuerzo en retenerle por mucho que suba su cotización. No tiene sustituto en el mercado.

El gol envalentonó al Valencia, mucho más decidido y agresivo. De Burgos Bengoetxea perdonaba la expulsión a Djene, que perpetró una patada a la altura de la rodilla a Guedes, que le había superado en velocidad. Zaza calculó mal el salto para conectar el testarazo al pase medido de Ferran Torres.

Agitaba los brazos Marcelino, al estilo Simeone, el Valencia y Mestalla presionaban, y el Getafe sacó el manual canchero para frenar el ritmo con interrupciones constantes. Se mueve bien en esa superficie fangosa. La prueba fue la infantil expulsión de Parejo, que reaccionó a un agarrón en la camiseta y posterior patada de Jorge Molina. Hubo silbidos en la derrota.