El brasileño nacionalizado ruso Mario Fernandes se ha convertido en uno de los jugadores más apetecidos del Mundial. Lateral derecho con estatura de central, técnica brasileña y disciplina europea, ya suena para Milán y Valencia. El club valencianista busca con ahínco un carrilero diestro, después de que en la temporada pasada no convencieran ni Montoya ni Nacho Vidal y el técnico Marcelino García Toral se viese obligado a alinear en esa demarcación a los centrales Vezo y Paulista.

«Un soldado no hace un ejército», comentó Mario antes de los cuartos de final ante Croacia. Ese dicho ruso demuestra lo bien que el brasileño se ha adaptado a su país de adopción. Recibió en 2016 la ciudadanía de manos del presidente ruso, Vladímir Putin, pero por motivos burocráticos no pudo debutar con la selección nacional hasta el Mundial. Fabio Capello quiso llevarlo a la Copa del Mundo de Brasil, pero era demasiado pronto. La espera mereció la pena. Fue el mejor jugador en el campo contra España junto a su compañero Kutépov. A buen seguro que Jordi Alba aún tiene pesadillas con el defensa del CSKA Moscú, que le cerró todas las vías de pase. Pese a errar en su penalti frente a Croacia, en Rusia se le considera todo un ídolo.