El Valencia está oficialmente en crisis. El conjunto de Marcelino sigue contagiado de una depresión otoñal que le condena ser altamente previsible y a jugar con una ansiedad que le incapacita para generar fútbol, para superar la barrera de un Leganés muy limitado. La explosión de orgullo del último cuarto de hora solo sirvió para salvar un empate pese a que el Leganés fue el conjunto más limitado que ha pasado este año por un Mestalla que sigue sin ver ganar a los blanquinegros. Gayà, uno de los que no se rinden, marcó el tanto del empate que arroja una estadística sin excusas: de nueve partidos, siete empates, una victoria y una derrota.

El partido empezó demasiado calmado, con el ritmo pausado que más le convenía al Leganés. El contratiempo de la temprana lesión de Cheryshev, al cuarto de hora. El extremo ruso se resintió de un golpe sufrido con su selección y dio entrada a Carlos Soler, al que Marcelino quería dar descanso tras sus largos viajes con la sub´21.

Con el 8 sobre el campo, con la salida limpia de balón de garay, y con el equilibrio de Coquelin en la medular, el Valencia ganó vigor atacante y empezó a evidenciar que el Leganés, a pesar de su buena organización defensiva, era un conjunto bastante plano, limitado a los balones que trataba de ganar por alto el delantero Guido Carrillo.

A pesar de las intenciones, el Valencia parecía justo de argumentos. Faltaba velocidad y desmarques en los ataques estáticos, y se llegaba al último cuarto de cancha con pocos efectivos al remate. En el 24 sí se rompió la telaraña con una triangulación entre Rodrigo, Parejo y Wass (que pasó a la izquierda), con centro final hacia Gameiro, que rebotó con el meta Cuéllar. Iglesias Villanueva anuló la acción con un incorrecto fuera de juego. De haber entrado el gol, el VAR lo habría validado.

Contra la resignación y la melancolía que tomaba Mestalla mientras empezaba a llover, quedaban Carlos Soler y Gayà. El extremo tenía pulmones para recuperar balones en defensa y llegar a posiciones de remate, mientras que el de Pedreguer subió constantemente la banda, aprovechando la tendencia de Wass a recortar hacia el centro. Però de forment, ni un gra. De nueve intentos de disparos (casi siempre desde lejos y con poca convicción), solo uno fue entre palos. La afición solo rugió para protestar una patada sin tarjeta sobre Coquelin, y el murmullo posterior a un despiste de Piccini.

En el tiempo de descanso la lluvia aumentó su fuerza pero, aún así, Marcelino ordenaba regar el césped. Parecía un acto de superstición del técnico. En la segunda mitad, el Valencia salió con otro brío, con el empuje que le pedía la grada. A los pocos minutos Gayà y Rodrigo disponían de la primera oportunidad. Soler colocaba otro centro que no alcanzó a rematar de cabeza Wass. Aún así, estaba cantado que Batshuayi y Ferran Torres, con un fútbol más atrevido para romper el guion, acabarían por entrar.

Salió Batshuayi (por Piccini, sustitución tribunera) y Marcelino cambió la posición de muchos jugadores, sin retocar el dibujo. Wass pasaba al lateral derecho, Soler y Rodrigo por los extremos. Una probatura que, antes de comprobar si funcionaba, chocó con el penalti de Garay a Óscar. Una infracción que no vio el árbitro, pese a los gritos de protesta de los jugadores del Leganés. Sin embargo intervino el VAR y su implacable justicia. Era una pena máxima muy clara y Gumbau marcó con frialdad ante Neto.

Quedaban 25 minutos que fueron un ejercicio de sufrimiento. El Leganés se ordenó atrás y arañaba tiempo. A falta de doce minutos, entró Ferran por Coquelin y Soler pasó al medio. Se necesitaba el desparpajo del jugador de Foios, que a las primeras de cambio ya se marchó de su par y provocó faltas. Con Soler por el medio la circulación florecía. Pero solo quedaban 10 minutos. En el 86 se abría la lata, con una incursión por el centro de Parejo que vio la entrada de Gayà, que reventó con rabia la pelota, aliada con un rebote y se coló. Mestalla lo celebró con una furia inusitada. Se intentó el segundo gol con todas las fuerzas, con más corazón que claridad, pero el Valencia huérfano de Zaza (habrá que decirlo), sigue bloqueado y parece que haya olvidado cómo ganar.