El Valencia CF se llevó un punto que bien pudieron ser tres o ninguno de Granada. Jugó mal mucho rato y un gol en contra, de penalti, le despertó repentinamente en la segunda parte. Llegó a remontar hasta que un error de la barrera permitió al Granada equilibrar el marcador en un final de partido frenético. Es curioso. Fue ese penalti el que sacó el poder competitivo del equipo. El Valencia CF necesitaba un estímulo, algo que le agitara y le sacara de la pesadumbre. Durante el primer tiempo había jugado con la atonía que produce el desánimo.

La primera parte del conjunto de Voro fue un espanto. Por juego, por actitud, por la soledad de sus futbolistas y sus líneas descosidas. Hasta Parejo se ha contagiado del desánimo. El capitán tuvo de nuevo una actuación irrelevante durante demasiado tiempo, la peor noticia para un equipo que se había sostenido alrededor de él. Voro situó al animoso Coquelin a su lado, pero ni con esas el Valencia CF emitió señales de controlar el medio campo.

Manu Vallejo y Cheryshev fueron las otras novedades. Por razones obvias, le pusieron ganas, pero no fue suficiente en un tramo eterno de la noche. El delantero, al que Celades no le dio bola, apareció con frecuencia por el círculo central a colaborar en la salida de la pelota. Cuando se incrustó entre los defensas, no recibió ningún pase en condiciones, la mayoría a cargo de Wass. La situación con la que llegó el Valencia CF al partido sacó a flote las carencias de sus futbolistas. La imprecisión del danés, por ejemplo, que puede desesperar con sus pases a ninguna parte. Eso es lo que hizo en Granada en la primera parte: regalar la pelota al portero o a los defensas rivales. Una vez tras otra.

Cillessen y el brazo de Mangala, pegado al cuerpo, salvaron al Valencia CF del gol en el primer tiempo. En la otra portería no hubo noticias hasta el minuto 46: Gameiro apuró hasta la línea y tiró el pase a Manu Vallejo, interceptado por Ruí Silva.

La vida siguió igual a la vuelta del descanso. El Granada, mucho más decidido, buscó la victoria, con continuas intimidaciones de Soldado, Carlos Hernández y Machís a partes iguales. En el Valencia CF, a nadie se le ocurríadesbordar, tirar un par de centros, manifestar que jugaba por entrar en Europa y no en la playa.

El fútbol es imprevisible. El Granada cobró un penalti, fruto de su insistencia, y en la siguiente jugada empató el Valencia CF en su primer disparo a puerta. Manu Vallejo, que no jugaba desde noviembre, empujó al primer palo el toque sutil de Cheryshev. Todo en un minuto.

El gol despertó el orgullo de la tropa de Voro. El monstruo aletargado hizo acto de presencia. El Valencia CF necesitaba un empujón para salir de la mediocridad e irrumpió en el partido a la hora justa. El balón cayó pausado por la bota de Paulista en los pies de Guedes, recién salido al campo, que soltó un latigazo desde 30 metros dirigido a la escuadra. Otro golazo del portugués, que señaló a Paulista, autor del penalti, por colaborar en la jugada y por lo que significó la remontada para él. Sin Gayà en juego, sin duda es el futbolista del Valencia CF mejor preparado para el sacrificio.

Recuperada la autoestima, el equipo de Voro disputó la última fase del partido en medio de la máxima agitación, con el partido roto y los dos equipos llegando al área con mucha frecuencia. El Granada empató al abrirse la barrera en un lanzamiento de falta y dejó un empate más anímico que rentable a corto plazo en la clasificación.