El Valencia volvió a perder lejos de Mestalla, una tendencia grabada a fuego, como una costumbre, pero el encuentro en el Sánchez Pizjuán distó mucho de las rendiciones fáciles y los rostros bajos de cada capitulación de la que ya es la peor temporada de su historia moderna. Sin la amenaza psicológica del descenso, el equipo de Voro fue un rival digno, con rastros de su vieja personalidad, que llegó a aburrir y a un Sevilla sin ocasiones y por momentos sin pelota, guiado por un Gonçalo Guedes que juega con la cabeza levantada y confianza. Calmado como todo su equipo. No fue suficiente para puntuar, por el gol de En-Nesyri tras un duelo muy parejo, pero tampoco conviene obviar que la regeneración del Valencia no vendrá regalada en un partido. Va a durar años y necesitará de la salida del acreedor, máximo accionista y líder dimitido llamado Peter Lim. En esa final le va la vida.

Liberado de la psicosis del descenso, el Valencia ya es otro equipo. Se plantó en el Sánchez Pizjuán como un bloque sólido, muy ordenado, capaz de sacar a relucir la calidad potencial de su plantilla. Un equipo diezmado, limitado, sometido a las convulsiones de un club secuestrado, pero con los mimbres suficientes para no estar alejado a más de 30 puntos de un rival clásico como el Sevilla. Con la simple tranquilidad de la permanencia, y una disciplina táctica en la solución del 5-3-2, los valencianistas apenas pasaron apuros y secaron la capacidad atacante de un Sevilla que trató de agitar la circulación por bandas y los cambios de orientación para descoser la zaga visitante.

En su séptima regencia en el banquillo de Mestalla, Voro se ha decidido finalmente a probar la disposición defensiva de sus días de futbolista. Aquella defensa de con tres centrales que los niños de finales de los 80 recitábamos de memoria: Voro, Arias (o Camarasa) y Giner. Con Guillamón de 4 clásico, arropado por Paulista y el inédito Ferro, el Valencia contuvo el dominio territorial del Sevilla, que tenía en Suso (ya decisivo en la ida en Mestalla) su único elemento de distracción más imprevisible.

Desde esa seguridad defensiva, el Valencia empezó a desplegarse, a ser un equipo capaz de aventurarse al atrevimiento, conocedor de la ausencia de drama clasificatorio ante cualquier error. Solo desde esa templanza, vienen jugadas como la del minuto 7, cuando Soler prueba una travesura en rosca de falta directa enroscada, cuando todos esperaban el centro al punto de penalti. Correia confirmaba el crecimiento exponencial de las últimas semanas. Vallejo probaba a Bono en el 7. Y Guedes aparecía en cada pared, en cada asociación.

El caso del extremo portugués merece un capítulo aparte. Con libertad total de movimientos, sin el encorsetamiento táctico de toda su trayectoria (también en los días felices), Guedes es un jugador de tanta calidad como para asentar la base de todo un proyecto sobre su figura. En su mejoría contribuye, sin duda, la zanahoria motivadora de la Eurocopa. Pero imaginemos, también, el aprovechamiento de un futbolista de esa condición en un proyecto serio, mínimamente coherente, y no en la trituradora de la dirigencia singapuresa. Guedes aparecía en el nacimiento de la jugada, cual Parejo, trenzaba paredes con Carlos Soler, aceleraba en tres cuartos, se asomaba al balcón con posibilidad de disparo. Nada que ver con el extremo de mirada triste, detenido telegráficamente en falta a 40 metros del área. Tiene todos los números para ser traspasado, aunque se desconoce si para detener la hemorragia financiera o liquidar los préstamos de Lim.

Sin apenas noticias, la mejor de las noticias, se llegó al tiempo de descanso. Y el Valencia, que no había sufrido nada (más allá de ataques en fuera de juego), optó por despojarse de su timidez y buscar la victoria, con el desequilibrio de Guedes. Vallejo la pegó mordida en una muy buena ocasión en el minuto 56. Lopetegui detectaba que el partido, poco a poco, se le iba al Sevilla, por lo que introdujo dinamita: Acuña, Fernando y el Papu Gómez. El mediapunta argentino no tardó en probar a Cillessen, con un remate pícaro, muy barrial, de puntera. Voro contrarrestó con la verticalidad de Cheryshev, ideal para un partido que se empezaba a abrir. Pero antes de la entrada del ruso, el Sevilla encontró el premio, en el minuto 66, cuando En-Nesyri abría el marcador, al filo del fuera de juego, en una inocente pérdida visitante en la salida de la jugada. El castigo era excesivo, pero también una buena prueba para calibrar la capacidad de reacción del Valencia más suelto de todo el año. En esa misión sacó a Gameiro y Gayà en el último cuarto de hora, renunciando a la defensa de tres centrales y volviendo al académico 4-4-2. Yunus Musah fue el último actor en entrar, para incrementar el pico de velocidad que alertó Lopetegui en la rueda de prensa, para elogiar a su rival. El Valencia perdió, pero cayó en el área del Sevilla.