Símbolo en el Valencia y a las puertas de la selección española. Carlos Soler acabó la temporada pasada disfrutando de su mejor fútbol. Con goles, con asistencias y en un gran momento de forma físico, que le posicionan a corto plazo para asumir el liderazgo en el Valencia de José Bordalás y para acercarse a las puertas del combinado absoluto. Después de la alarma del positivo de Sergio Busquets, el mediocentro del Valencia fue citado junto a Raúl Albiol (Villarreal) Rodrigo Moreno (Leeds United), Pablo Fornals (West Ham United) y Brais Méndez (Celta) para completar los entrenamientos durante los próximos días a las órdenes de Luis Enrique dentro de una burbuja paralela, con horarios diferentes y sin mezclarse en ningún caso con los convocados en la Ciudad del Fútbol de Las Rozas.

De hecho, Soler estuvo hasta en las últimas quinielas para acabar integrando la convocatoria para la Eurocopa, aunque la lista finalmente reducida de Luis Enrique Martínez le restó opciones. En su aval, los 12 goles y 9 asistencias logrados en 34 partidos oficiales con el Valencia en la temporada pasad, en la que fue de menos a más, a y que le devuelven a la sintonía de su explosivo estreno con el primer equipo, en la temporada 2016-17, también bajo las órdenes de Voro González. Más arropado con un doble pivote, sin estar tan expuesto a la irregularidad de Racic como su único acompañante en la medular, el entrenador de l’Alcúdia ha sabido aprovechar una de las facetas que mejor definen al centrocampista, como es su privilegiada relación con el gol, al situarlo de nuevo muy cerca de las posiciones de remate.

El momento de Soler es el de un jugador ya maduro, camino de los 200 partidos con 24 años y fraguado en una trayectoria nada fácil. El jugador de Benicalap no ha encontrado término medio. De la dificultad en sus inicios para reactivar a un equipo en crisis a ser la bandera resistente del proyecto junto a José Luis Gayà en plena crisis societaria. Entre medias, la etapa de Marcelino García Toral. Dos años de oasis para los aficionados pero de exigencia y expectativas con dos clasificaciones para la Liga de Campeones y una Copa del Rey. Una etapa a la que tuvo que sumar la reconversión a interior por banda que supuso un sacrificio por el colectivo, en detrimento de sus estadísticas, especialmente las goleadoras. Con todo, Soler ha completado el círculo en la última temporada, en la que la ausencia de Dani Parejo le permitió agarrar más responsabilidades. No solo en la dirección del juego, con el regreso al centro, sino también a la hora de mandar en la pelota parada. A lanzar faltas y saques de esquina, y a patear penaltis. Costumbres durante toda su trayectoria en la escuela y que no había retomado por la escrupulosa obediencia a los códigos.

En un Valencia asediado por las incógnitas, Soler es la certeza para Bordalás, el jugador 10 que no logró lucir por las erráticas apuestas comerciales del presidente, Anil Murthy. Soler tiene un encaje sencillo en el entramado táctico del entrenador alicantino y su inamovible 4-4-2. Si bien el canterano ha rendido mejor con dos mediocentros a su espalda y con libertad para abarcar mucha zona creativa y llegar poderoso a la segunda línea de remate, volver al doble pivote no le debería suponer una involución estadística en sus prestaciones.

Encaje en el 4-4-2 de Bordalás

El análisis del Getafe de Bordalás así lo demuestra, con un centro del campo en el que Maksimovic y Arambarri tenían muy claras sus funciones y se compenetraban de memoria. La alta y agresiva presión de la salida de pelota rival permitía a uno de los dos mediocentros, preferentemente Arambarri, saltar la línea y asomarse a los alrededores del área. Desde algunas de las bandas, muchas veces compuesta por dobles laterales, se ayudaba a Maksimovic. Es así, con robo en campo rival, como Arambarri aparecía en disposición de rematar. En ese oficio, de 8 más que de 6, Soler tiene un encaje perfecto en la pizarra de Bordalás. Del mismo modo, sus condiciones físicas y tácticas le permiten caer como un mediocentro defensivo y que el otro centrocampista sea quien se incorpore al ataque, como también sucedía en un Getafe en el que Maksmovic no era un mediocentro plenamente posicional, sino más bien un «box to box».

Con muchas líneas por reforzar y con una imperiosa necesidad financiera que obligará a realizar muchas ventas, algunas inesperadas, esta temporada tampoco tendrá las condiciones más idílicas para Soler, pero su crecimiento ya le permite actuar como un líder pleno. Una posible llamada definitiva de la selección para la Eurocopa, a expensas del Covid, no haría sino confirmar una trayectoria paciente en el oleaje inestable de Mestalla.