La primera victoria después de una desértica mala racha de dos meses, no suele llevar la factura del juego vistoso, sino la de la supervivencia. En Mallorca, el Valencia defendió durante 86 agónicos y calientes minutos el golazo inicial de Gabriel Paulista, para poner fin a una sequía de victorias de siete jornadas. No fue el partido soñado, tan bronco, tan caliente y con tantas interrupciones que acabó expulsado Ilaix Moriba y hasta el médico del Mallorca. Pero es un triunfo que frena la zozobra, que despeja el paisaje de cara a la tan esperada semifinal del próximo miércoles frente al Athletic Club. Volver a ganar, a dejar la portería a cero, a volver a respirar.

Si cualquier aficionado pudiese pedir un deseo para reforzar su equipo, el ranking en preferencias sería predecible: un mediapunta zurdo, un lateral incisivo, un delantero de 15 goles, o una gran promesa a bajo coste, de esas con un crecimiento exponencial muy bien valorado en Transfermarkt. En este Valencia, que necesita de todo, el fichaje más esperado era el regreso de un jugador como Gabriel Paulista. Un tipo aguerrido, siempre en tensión, que transmite el carisma bronco de los centrales de siempre, un cromo clásico que en cuatro años en Valencia ya ha regalado suficientes estampas para que se le recuerde con afecto. A Paulista se le esperaba desde hace cuatro meses y tardó cuatro minutos en acabar con la nostalgia. El zaguero, que colecciona escasos pero muy bellos goles, brasileño cazó un rechace en la frontal para mandarlo a la escuadra, imposible para Sergio Rico.

La pronta ventaja no tranquilizó el partido del Valencia, siempre en el alambre y con titulares ausentes (ni Guillamón, ni Guedes). El Mallorca pasaría el resto de la primera parte en campo valencianista, movido por Take Kubo, cortado con cinco faltas en los primeros 45 minutos, que llevaron el partido al terreno bronco y con interrupciones que ya no es anecdótico en el Valencia. Defender también es un arte, y al Valencia le cuesta. No es un equipo de repliegues armónicos, ni con la pericia para cometer las llamadas faltas tácticas, ni tampoco respetado en protestas que se deben ahorrar (Diakhaby, otra vez) o saber manejar en su escenificación. Los blanquinegros acumulaban tres tarjetas con 7 faltas cometidas en solo 25 minutos, que soliviantaron a Son Moix.

Sin casi contacto con el balón, la primera mitad duró un mundo y en la segunda mitad el Valencia salió al césped con mayor intención de protagonismo, aunque el guion continuase ejecutándose a trompicones. La entrada de Ilaix Moriba, por un Hugo Duro retirado en vistas de la semifinal de Copa, iba en esa dirección. El centrocampista guineano dio el primer aguijonazo, con un remate de cabeza a la salida de un saque de esquina botado por Bryan Gil. La buena colocación de Sergio Rico evitó el 0-2.

El Mallorca siguió dominando, contando con muchas acciones a balón parado, con faltas laterales y saques de esquina en dirección a la cabeza de Muriqi y con Mamardashvili despejando a brazo cambiado. A falta de 22 minutos, Luis García Plaza incorporaba a otro jugón, tan imprevisible, como Kang-In Lee. El entrenador bermellón acabó expulsado, por las protestas de tarjeta ante cada falta, especialmente de Diakhaby, ya con una cartulina en la mochila y jugando con la roja. Acabó expulsado Ilaix Moriba, con tángana incluida. El Valencia sufrió hasta el final, para alcanzar un triunfo que no se recordará por su vistosidad, sino por su importancia clasificatoria.