La historia se repite, en una secuencia que siempre es la misma. Los entrenadores del Valencia chocan contra el máximo accionista del club, Peter Lim. La escena se reedita con independencia del año, del estilo de cada técnico y hasta del momento deportivo. Desde la primera radiografía de Cesare Prandelli, en su dimisión el 31 de diciembre de 2016, hasta la última embestida, esta semana, de José Bordalás, denunciando que las asimetrías estructurales del proyecto atentan contra la competitividad del Valencia y contra las expectativas acordes a su historia. Entre medias, el pulso que Marcelino García Toral mantuvo con Meriton Holdings tras ganar la Copa, ante las señales de desmantelamiento de la plantilla que había vuelto a levantar un título. El técnico asturiano fue fulminado, Lim activó la limpieza conforme a su voluntad, pero se cumplió el presagio de Marcelino: el Valencia empezó a andar hacia atrás, «como los cangrejos». En el centro del desencuentro, una diferencia de visión: la ausencia de refuerzos y la configuración de un bloque compensado en juventud, veteranía y carácter que ha despertado también las críticas, incluso antes de debutar oficialmente, como sucedió con Javi Gracia.

Han sido contados los casos en los que no ha habido tanta fricción entre el banquillo y el despacho. Albert Celades, primer relevo tras Marcelino, comulgaba con el proyecto de Meriton y Nuno Espirito Santo aterrizó como apuesta de Jorge Mendes, vinculado a Lim. La relación personal con Lim facilitó que Gary Neville, víctima de su falta de experiencia pero también de la fractura del proyecto, se marchó del club sin una sola crítica a los gestores. El exjugador del Manchester United mantiene negocios compartidos con Lim a nivel inmobiliario y futbolístico, como en el Salford City.

La primera grieta llegó con Prandelli. Con su dimisión, el veterano técnico italiano dejaba claro que no solo no compartía opiniones con Lim respecto al proyecto (la pugna por fichar a Zaza aceleró el divorcio), sino también en la visión del fútbol como deporte: «He intentado desde el principio cambiar algunas cosas. Esta sociedad está regida por personas de números. Pero el fútbol va más allá de lo matemático. Se necesita pasión, sentimiento. Sin esto el fútbol queda desnudo. Yo intenté abrir Paterna al público y me dijeron que era imposible. He intentado hablar con la prensa, pero me dijeron que estaba en el libro negro. No tendríamos que encerrarnos. Si nos encerramos nos hacemos daño».

Cuando Lim delegó decisiones en el proyecto deportivo en Mateu Alemany y Marcelino García Toral, el salto fue inmediato. Dos cuartas posiciones y un título, la Copa de 2019. El Valencia estaba en disposición de seguir creciendo sobre esa base, pero a las pocas semanas, el máximo accionista hizo saber que querría involucrarse más en la gestión. Marcelino vio amenazado su proyecto y retó en público a Lim, cuando se le preguntó cómo vería que ningún jugador sustituyese a Rodrigo Moreno si finalmente era traspasado: «No me pasa por la cabeza, ya que nos pondría en una situación muy difícil a todos: al entorno, a la afición, a la plantilla y al cuerpo técnico. Tengo la certeza de que sólo los cangrejos corren hacia atrás o hacia el lado. Por lo tanto, no contemplo esa posibilidad». Marcelino fue despedido a las pocas semanas y tras un año de transición, la plantilla fue desplumada de sus principales referentes, sin venir ningún fichaje hasta pasados dos años.

En ese contexto de desinversión, un verano más tarde se fichó a Javi Gracia. Un perfil experto para adaptarse y sacar resultados a proyectos en retroceso, como hizo en el Málaga o el Watford. Pero todo saltó por los aires antes de la jornada inaugural de Liga ante el Levante UD, al no haber señal alguna de refuerzo: «A la plantilla la veo como todo el mundo, debilitada fruto de las salidas que ha habido, no solo por los jugadores que se han ido durante la temporada pasada sino por esta también. Se han marchado cinco jugadores importantes en el equipo han abandonado la plantilla. Queda debilitada. Me dijeron antes de venir que traerían refuerzos». La relación quedó tocada definitivamente por esa falta de confianza y Gracia, con malos números, acabó siendo despedido.

Con un estilo aguerrido, con una hoja de servicios en la que obtuvo el máximo partido de clubes humildes, José Bordalás aceptó la llamada del Valencia. En cuestión de pocos meses pasó de ser comprensivo con los movimientos de Meriton, que había atendido algunas peticiones de mercado, a recrudecer enfrentamientos del pasado cuando se abrió la ventana de refuerzos de invierno y seguía sin venir el mediocentro con oficio que tanto exigía para que se equilibrase el plantel. Los meses de espera antes de la final de Copa ofrecieron una tregua, rota cuando ya no ha hay objetivos en juego: «Los grandes intentan mejorar y el Valencia tiene que ser así, si no, el fútbol te juega malas pasadas y te lo puede cobrar muy caro. Si tú no mejoras habrá una temporada que tendrás serios problemas y el Valencia no puede permitirse eso. La exigencia es brutal, la plantilla es muy joven y el que no lo quiera ver está ciego».