Análisis

Mestalla y Nápoles: Apuntes para una reconstrucción

Cuidando y potenciando la implantación social de una comunidad respetada y escuchada, el VCF puede soñar con imposibles

Serie A - Napoli supporters welcome team at Capodicchino's Airport

Serie A - Napoli supporters welcome team at Capodicchino's Airport / CESARE ABBATE

Vicent Chilet

Vicent Chilet

El inminente título de liga del Nápoles lo sientes un poco como tuyo, con la felicidad de ver a un eterno aspirante, a una periférica ciudad mediterránea cargada de historia y alejada de los centros de poder políticos y financieros, tumbar todos los pronósticos y volver a campeonar tres décadas después. Pasa en el estadio Maradona y pasa algo (aproximado) con el liderato del Arsenal o la batalla que el Union Berlín plantea en la Bundesliga. Y aumenta la indefensión de comprobar no sólo el tiempo perdido, sino la tradición cercenada en Mestalla.

Pero incluso ahora, en el momento más bajo de la historia del Valencia, en Nápoles hay un espejo. Primero porque el triunfo de los azzurri es la historia de una reconstrucción, la que deberá venir en Mestalla en forma de cambio accionarial, 50+1 o refundación. No importa relativamente descender a los infiernos si la pasión es arraigada y permanece. Refundado en 2004, el trayecto inverso al doblete, pude ver al renacido Nápoles en la Serie C1 (tercera división) visitando el pequeño “comunale” de San Giovanni Valdarno, casa de la Sangiovannese. Cuatro mil partenopeos ocuparon un pequeño núcleo medieval conocido por aparecer difuminado a espaldas de la Mona Lisa, pero sin más historia futbolística que los derbis de rivalidad campanilística en la Toscana. En la división desde la que se parta tras deshacerse de la losa de Lim, el Valencia contará con la adhesión irreductible de 30.000 incondicionales, como dejó escrito Rafa Lahuerta.

Afición del Valencia en el Martínez Valero.

Afición del Valencia en el Martínez Valero. / JM López

Las mareas blanquinegra, naranja (y amarilla) de Almería, Elx y Cádiz son el primer ejemplo, con un 80% de seguidores que no vivieron el doblete, pero sí crecieron bajo su eco. Así sucede con la adoración a Maradona en las calles de Santa Lucia y Forcella, o con los que gritábamos “¡¡Lubo, Lubo!!” e imaginábamos a Kempes como un héroe inmortal de la Antigüedad.

Cuidando y potenciando la implantación social de una comunidad respetada y escuchada, se puede soñar con imposibles. El Nápoles siguió el modelo alemán de renunciar a competir en un mercado global (más allá del tirón latino de Maradona) para agarrar una base en su entorno próximo. Su patrocinador principal es la misma marca italiana de agua embotellada desde hace casi dos décadas y simbolismos como un himno oficioso en dialecto, no son vistos como un reduccionismo folklórico del que sentir autoodio, sino como una marca distintiva original de cara al exterior. Un camino que conoce de sobra el Valencia del “Amunt València”, el club que llevaba a jugadores a cenar con las peñas y presentaba a los fichajes en Requena o en el castillo de Onda. "Els millors jugadors són aquells que saben on estan".

Una apuesta de verdad, no sólo pagando autobuses a la desesperada para evitar el naufragio definitivo de un no proyecto. Ahá, el proyecto. El crecimiento sostenido en base a fichajes de futuras estrellas a precio asumible, con un retorno brutal en el campo y en un posterior traspaso tras haber marcado una época. Es decir, fichar a Kvaratskhelia, Mertens y Cavani en el mismo momento (21-23 años) y por el mismo precio (10-12 millones) en el que Subirats se hizo con el Guaje Villa. El arte de saber fichar del PSV, Palermo o Zaragoza a figuras mundiales antes de consagrarse.

En estos apuntes de reconstrucción no todo son paralelismos. Ni el Nápoles tiene un estadio por construir, ni el Valencia una influencia tan invasiva de grupos ultra en las decisiones del club. Pero los parámetros históricos, geográficos, urbanos, sociales y deportivos son evidentes. Hasta en la cronificada infrafinanciación de la Comunitat Valenciana (siempre es 25 d'abril) hay una semejanza con el agravio norte-sur de Italia. Hasta en el carisma del utillero Tommy Starace y su cafetera se percibe el recuerdo inmortal de Espanyeta. El tercer scudetto napolitano desprende un déjà-vu, el camino que el valencianismo retomará, más pronto que tarde.