M. V., Valencia

La comisión de la Falla San Miguel-Plaza Vicente Iborra no esperaba que el ayuntamiento fuese a desalojarlos de su casal-barraca hasta hoy. Y ese descuido fue, precisamente, el que aprovechó el consistorio para entrar a primera hora de ayer en el solar que reclama como propio desde hace meses para construir un parque de bomberos. De hecho, cuando la Policía Local llegó a la parcela, sita en la calle Sant Miquel y cedida en precario desde hace años, ni siquiera había llegado aún ni uno solo de los falleros que, desde la semana pasada, montaban guardia a las puertas del casal.

"A las siete de la mañana ya estaban dentro -describía enfurecido Juan, el primer festero que llegó a la barraca-. La policía local había cortado la cadena del portón y ya tenía forzada hasta la puerta del casal". Apenas le dejaron acceder al local para sacar unas cuantas cosas -el estandarte y la Senyera- y, luego, los agentes dieron por perdido todo lo que la comisión aún guardaba dentro de la parcela. Una vez salvados los "tesoros de la falla", los elementos que la singularizan y diferencian de otras agrupaciones, Juan avisó al resto de sus compañeros y empezó un rosario de visitas, lloros y lamentos conforme el resto de la comisión llegaba al casal tras renunciar por un día al trabajo o las clases.

Las aceras más próximas a la barraca se convirtieron en un improvisado palco desde el que falleros, vecinos y curiosos asistieron a los trabajos de desalojo primero y derribo después. "Han actuado con nocturnidad y alevosía; el solar no es suyo, al menos hasta que no lo diga el juez", se quejaban entre lágrimas mientras se lamentaban de que no hubiese nadie guardando el local. "Anoche teníamos que haber dormido ya aquí, pero pensábamos que no vendrían hasta hoy porque en la notificación nos daban dos días y ni siquiera se han cumplido aún", protestaban.

Uno de los momentos más tensos se vivió cuando Miquel Domínguez, concejal delegado de Seguridad Ciudadana, abandonó las instalaciones festeras por una puerta lateral, pese a que una decena de falleros lo esperaba por el acceso principal, por el que el edil entró minutos antes de las ocho de la mañana. "¡Sólo las ratas y los cobardes salen a escondidas!", le gritaron los festeros con el estandarte en alto, pero Domínguez siguió su camino sin inmutarse.

Los últimos intentos de paralización

Las palabras de Fernando Vidal, miembro de la Falla y representante legal de ésta, eran una de las últimas esperanzas que guardaban los festeros, sobre todo al saber que el letrado empleó buena parte de la mañana en hacer gestiones en el ayuntamiento. Sin embargo, ninguna de ellas consiguió salvar la barraca.

"El consistorio está realizando una teoría de hechos consumados en base a una orden nula que, además, está recurrida", aseguraba Vidal mientras una excavadora embestía la parte trasera del recinto festero entre los gritos y sollozos de varias falleras. "La cesión municipal finalizó en 1986 -detalló el abogado- y, desde entonces, la Falla ha ocupado pacíficamente el solar, haciéndolo suyo, aunque ahora el ayuntamiento lo quiere, pero entendemos que ya no es suyo". Y así lo comunicaron al juzgado ante el que solicitaron medidas cautelares hace ya 21 días y del que aún no han recibido respuesta.

"No nos han dejado ni explicarnos. Sólo ha sido lo que ellos han dicho, lo que nos han impuesto. Y eso no es, no es... nosotros también tenemos derechos", protestaba entre lágrimas y con la voz quebrada por la desesperación la actual fallera mayor de la comisión, Miriam Jiménez, que ostenta el cargo desde hace menos de un mes. La joven, de 23 años y resguardada en todo momento por los abrazos de sus compañeros, no podía soportar el dolor de ver cómo la barraca en la que "todos hemos nacido y crecido juntos", caía entre los envites de la excavadora y el estrépito de los escombros.

A primera hora de la tarde la demolición había concluido y la barraca del Carmen ya era historia: apenas una imagen para el recuerdo entre el centenar de falleros que por la noche todavía permanecía reunido, resistiendo a marcharse, en torno a los restos del que fue su casal durante años.