M. Vázquez, Valencia

Macosa, o lo que comenzó siendo Construcciones Devís, es toda una institución en Valencia pese a que su brillo se apagó hace mucho, antes incluso de que cerrase sus casi centenarias instalaciones de la calle San Vicente, allá por 1997. Desde ese momento, la que fue la gran factoría metalúrgica valenciana cayó en desgracia y se convirtió en miserable refugio de indigentes e improvisado vertedero. Lo que antes movía la economía de la ciudad, lo que fue centro laboral a cuya vera nacieron barrios enteros, se había transmutado en una pobre sombra de la riqueza que un día alumbró.

Once años después de aquella clausura y 111 del comienzo de la andadura de la empresa, los que fueron empleados y directivos de la firma han unido sus fuerzas para intentar salvar el recuerdo de aquella gloria, condenada por la futura urbanización del Parque Central y la llegada de la alta velocidad a Valencia. Salvemos las naves de Macosa ambiciona rescatar del olvido y la podredumbre algunos de los vestigios arquitectónicos e industriales que forman parte ya de "la memoria viva de los que alguna vez han pisado esta ciudad", según el impulsor de la plataforma, Francisco Signes.

Al menos así lo vaticinó el viernes la alcaldesa, Rita Barberá, quien acusó al nuevo Salvemos de suponer "una presión al Estado de Derecho" y mantener una actitud que calificó como "muy grave" y que extendió a todos aquellos "que los apoyen". Por contra, tanto la oposición como asociaciones vecinales sustentaron la iniciativa, siempre que, en el último de los casos, se acabe "de una vez por todas" con la Macosa de los últimos tiempos, nido de ratas, suciedad, okupas y delincuentes. Las pretensiones de los Salvemos apenas apuntan a unas pocas naves de los 74.838 m2 que abarca la factoría: la construcción con cubierta de dientes de sierra, obra de 1935 de Antonio Gómez Davó; el refugio antiaéreo de la Guerra Civil, diseñado por el mismo autor en 1937; y la fachada de la estructura original, fechada en 1928 y creada por el arquitecto valenciano Javier Goerlich. De esta forma, consideran, se homenajearía a los miles de trabajadores que desarrollaron su vida profesional en esta empresa metalúrgica, una de las más importantes de España, cuyas piezas ferroviarias se distribuyeron por todo el país aunque entonces la firma ni siquiera se llamaba Macosa.

Miguel Devís y José Noguera fundaron en 1897 los Talleres Devís-Noguera en Marxalenes, barrio que todavía acoge la nave original, reconvertida en centro de formación de la construcción. Pero no fue hasta 1911, cuando Devís asumió el control de la firma, que empezó a soñar con una gran factoría. Sus planes de ampliación se hicieron realidad y en 1922 comenzó la construcción de dos naves proyectadas por Goerlich en lo que entonces aún era el Camino a Casas de Campillo, luego fue el Camino Real a Madrid y hoy es la calle San Vicente.

Sucesivas ampliaciones, ya proyectadas por los hijos de Devís, convirtieron la fábrica en la gran industria que su padre imaginó y que sobrevivió incluso a la incautación que se hizo de ella el Ministerio de Defensa durante la Guerra Civil. De hecho, una vez finalizada la contienda, la fábrica desarrolló una actividad frenética por la que fue considerada pilar de la posterior industria valenciana.