La tasa de pobreza infantil en España se encuentra en un 24,5 % según la última Encuesta de Condiciones de Vida (2010) publicada por el Instituto Nacional de Estadística (INE). Este dato indica un aumento de medio punto en relación a la encuesta de 2009, en la que la pobreza de los menores de 16 años se hallaba en el 24 %. En Europa la incidencia de la pobreza infantil es un problema grave, ya que un 19 % de la población menor de 16 años vive en condiciones de pobreza. Nuestro país supera considerablemente esta media.

Estos datos permiten conocer una representación actualizada del alcance de la pobreza en los niños y niñas y de las diferencias respecto a otros grupos de edad. Así podemos ver que, uno de cada cuatro niños se encuentra en situación de pobreza moderada, lo que supera la tasa del 19,7 % correspondiente al conjunto de la población total. La ONU ha mostrado en varias ocasiones su preocupación por las situaciones de pobreza infantil en España y recomendó dar prioridad a las políticas que incidan en su erradicación.

Actualmente en esta situación nos encontramos con niños y niñas que tienen déficits educativos y académicos, carencias afectivas, ausencia de hábitos y habilidades sociales básicas, ausencia de referentes educativos positivos, problemas de alimentación e higiene, dificultades de integración en entornos normalizados, bajo nivel de autoestima, escaso autocontrol y agresividad mal gestionada. Además conviven en núcleos familiares multiproblemáticos y desestructurados, en ocasiones con ausencia de al menos una de las figuras parentales, con una economía deficiente, con un alto índice de desempleo, precariedad e inseguridad laboral, con problemas de drogadicción, prisión y delincuencia, con ausencia de pautas educativas y de estilos de crianza sanos, y escasa valoración de la importancia de la educación.

Crecer en familias con problemas de exclusión, tiene consecuencias no sólo en el momento presente del niño/a, sino también incide sobre su desarrollo y sobre sus oportunidades futuras. La necesidad, por tanto, de desarrollar políticas que mejoren el bienestar de la población infantil se ha convertido en un tema de especial relevancia. Esta realidad no puede esquivarse ni eludirse. Ni siquiera en tiempos de dificultades económicas es lícito dejar de invertir recursos para los más vulnerables.

Desde Cáritas Diocesana de Valencia apostamos por actividades que tengan incidencia en dos importantes factores. En primer lugar la educación no formal, ofreciendo servicios de apoyo educativo y refuerzo escolar a través de actividades formativas y de ocio y tiempo libre dirigidas al desarrollo integral del niño y su familia con la intención de favorecer su proceso de normalización y autonomía personal. Y en segundo lugar haciendo hincapié en la prevención, centrada en las necesidades que los niños y niñas en riesgo de exclusión social tienen y en las que les van surgiendo. Pendientes de ofrecer respuesta a situaciones desde el propio entorno familiar y personal. Trabajando la adquisición de habilidades y recursos para desenvolverse en el entorno social.

Creemos que la solución a la exclusión pasa por incidir en los tres ejes (económico, político y relacional) que afectan a la realidad de las familias más desfavorecidas. Por esta razón, consideramos indispensable apostar por una red de servicios y prestaciones dirigidas a la infancia que ofrezca más recursos de educación y prevención que contribuyan a la reducción de la pobreza en la infancia.