E

n la Comunitat Valenciana tenemos muchos museos, yo he visto hasta de toda clase de botijos. Y a pesar de ello puede que haya cientos de miles de valencianos que no los hayan pisado nunca. O que si los pisaron, puede que no entendieran lo que se exponía. Pero puedo asegurarles que al menos hay uno que lo visitaron más de 300.000 valencianos en sus años de colegio y que, además de entenderlo perfectamente, disfrutaron durante su interesante recorrido.

Me refiero a la Fundación Torres Sala, en donde los niños se desenvuelven a placer entre mariposas, libélulas, conchas marinas, panales vivos de abejas, serpientes, insectos palo y muchas cosas más, que forman ese mundo que llena sus tardes de libertad en el campo o el monte. Allí aprenden a amar a la naturaleza, a respetarla y a distinguir las especies que nos rodean.

Son más de 7.000 niños los que pasan y han pasado cada año por nuestro recinto a lo largo de sus más de treinta de existencia, lo que significa que más de 200.000 niños nos han conocido. Y la cifra no es mayor porque lo reducido del espacio no lo permite. Pero es que a lo largo de los años hemos ido creciendo. Empezamos con los 80. 000 ejemplares de las mariposas y coleópteros de Torres Sala, a las que se sumaron las más de 70.00 conchas marinas de Siro de Fez, los 15.000 gasterópodos de Alberto Martínez y la colección entomológica de Sergio Montagut. Más tarde acogimos los 3.500 ejemplares de gasterópodos de Vicente Borredá y los 1.500 de Custodio Mendoza y la colección de 1.200 himenópteros de José Tormo y los 500 dipluros de Alberto Sendra. A ellos se añadió la de lombrices del investigador de Onteniente Alberto Pérez, la del estudio de biología molecular de otros 2.000 ejemplares y la propia derivada de las investigaciones del museo de 20.000 ejemplares.

En total, más de 220.000 ejemplares fruto de la investigación durante muchos años en las tierras de la Comunitat Valenciana.

Todo se ha mantenido bajo protección haciendo malabarismos presupuestarios inexplicables, ya que hemos crecido como museo mientras disminuían los ingresos. En el año 2009 disponíamos de 257.756 euros. En 2010, sólo fueron 145.280, en 2011 se convirtieron en 105.700 y parece que para 2012 aún será menos. Por lo visto, el ahorro siempre se hace a base de nuestra casa. Hemos sobrevivido bajo cuatro alcaldes de diferentes partidos y bajo ocho presidentes de diputación. Nos han dado fondos cuando el ayuntamiento tenía 80 millones de euros de presupuesto y la diputación, 55. Y ahora, con un presupuesto 13 veces mayor, se nos niega la supervivencia.

Puede que tengamos que cerrar. Si se hace, las once colecciones y las miles de horas de investigación se destruirán. Y por otra parte será como si les quitaran a los niños la feria de Navidad o la noche de Reyes, robándoles una posibilidad de cultura que llevan en su recuerdo a lo largo de su vida. Porque hay muchos museos, pero para los niños sólo está el nuestro. El que les van a cerrar. Cuestión que ya no es de sensibilidad sino de sentimientos.

Para los que critican a otras tierras, les diré que si esto estuviera en Barcelona a nuestros investigadores les habrían dedicado una calle de Valencia. Aquí no. Aquí se les envía a la calle. Cuestión de criterios.