El lucernario con lámina de agua de la plaza de la Almoina se ha convertido en uno de los principales quebraderos de cabeza de la concejala de Cultura, Mayren Beneyto. No son sólo es el vandalismo que sufre la lámina de agua desde que se optó por secarla para evitar goteras en el museo y que ha obligado, sin ir más lejos el pasado fin de semana, a vallarla para evitar que la gente entre dentro y lo pise e incluso patine. El lucernario-lámina de agua se ha vuelto un problema estructural de primer orden para el museo arqueológico.

Si hace unas semanas, tal como avanzó este diario, la concejala de Cultura apuntaba que se estaba barajando como solución a la filtración constante de agua de la lámina de agua a los restos arqueológico la sustitución de este elemento por una pirámide acristalada, hace unos días los expertos consultados por la delegación que dirige Beneyto desaconsejaban dicha solución.

La pirámide acristalada solucionaría los problemas de filtración de agua, si bien al perderse la lámina de agua -que, en teoría, debía hacer las veces de regulador de la temperatura- el sol incidiría directamente en el interior del museo y elevaría exponencialmente la temperatura en su interior. Esta solución, explica la propia concejala, obligaría al ayuntamiento a cambiar y reforzar el aire acondicionado del museo, lo cual supone un coste inasumible en estos momentos.

La solución que, de momento, parece más viable aunque tampoco es económica será quitar el lucernario y volver a ponerlo. Una solución que tampoco es definitiva y que habrá que repetir cada cinco o siete años.

Otra opción que se ha barajado es la de tapar el lucernario. Si bien la alcaldesa, Rita Barberá, se opone porque su deseo es que las ruinas de época romana de la ciudad fundacional se puedan ver desde la calle.

El deterioro de las juntas del lucernario, por las que se filtra el agua no es la única deficiencia que ha detectado la Concejalía de Cultura en la plaza semiacristalada inaugurada hace apenas seis años. También se han detectado problemas de filtración de agua en otros puntos de la plaza, ante los cual Cultura sopesa pedir responsabilidades a Rover Alcisa, la empresa que construyó la plaza semiacristalada, en la cual se invirtieron seis millones de euros.