Un grupo de biólogos valencianos han localizado en el lago de l'Albufera catorce ejemplares del cladócero Ilyocryptus agilis, Kurz 1878 Cladocera: Ilyocryptidae, unos crustáceos de apenas 1 milímetro de tamaño, cuya presencia se cita por primera vez en la península Ibérica. La presencia de esta «pulga de agua» es significativa porque son una especie de «limpiadores» del medio acuático. «Van filtrando y comiendo materia orgánica y algas unicelulares, limpiando el fondo del litoral del lago», explica el biólogo y especialista en macroinvertebrados, Juan Rueda, que acaba de publicar este sorprendente hallazgo en el último «Boletín de la Sociedad Entomológica Aragonesa».

La localización de este cladócero ha sido posible gracias al «muestreo de macroinvertebrados bentónicos realizado en 19 puntos de la orla de vegetación del litoral del lago de l'Albufera de Valencia, durante el mes de julio de 2013» por la Oficina Técnica de la Devesa Albufera para testear la calidad del agua del lago. Aunque tras detectar la presencia del Ilyocryptus agilis no se deben lanzar las campanas al vuelo, ya que los ejemplares se localizaron en el «carrizo, en la vegetación lateral y no en el fondo del lago, que sería su hábitat normal si tuviese vegetación como la que tenía antes de 1970, antes de ser un lago contaminado. El exceso de contaminación los ahuyenta. Por eso, seguramente, los hemos detectado en el carrizal, donde están a la espera de que mejore la calidad de las aguas del lago», explica Juan Rueda a Levante-EMV.

El hallazgo también supone un hito para los entomólogos ya que, según explica Rueda en el boletín aragonés, «el hallazgo de los catorce ejemplares en el lago de l'Albufera de Valencia supone probablemente encontrarnos con la variedad localizada y descrita por Celso Arévalo en 1916, que el científico identificó como Ilyocryptus sordidus var longisetosus», detalla el biólogo valenciano. De ahí que el hallazgo del cladócero tenga un «carácter nostálgico, porque se encontró en 1915, pero no se ha podido identificar como tal hasta hoy». De hecho, en la identificación de los 14 ejemplares de Ilyocryptus agilis localizados en l'Albufera también ha participado uno de los especialistas en la materia, el científico ruso Alexey Kotov.

Según los biólogos Kotov & -tifter (2006) el Ilyocryptus agilis «es una de las especies más comunes del Paleártico y parece que se encuentra en numerosos países de Europa (Francia, Italia, Suiza, Bélgica, Noruega, etc.) y Norte de Asia (Siberia y lejano Este)». Aunque no ha sido hasta 98 años después de que Celso Arévalo localizara tres ejemplares en l´Albufera en 1915, cuando se ha podido confirmar su presencia, por primera vez, en la península Ibérica y su permanencia en el lago

Una casualidad llevó al biólogo Juan Rueda a tener acceso al trabajo de Celso Arévalo (un científico leonés que impartió clases en Valencia) que creó en Valencia el primer Instituto de Hidrobiología de España hace justo cien años. Arévalo impartía clases en el edificio del Lluís Vives y allí es donde se conserva parte del legado del científico.

Unos meses antes del hallazgo del crustáceo en l'Albufera, Juan Rueda tuvo acceso a los documentos de Celso Arévalo, que profesores del Instituto Lluís Vives están recopilando y que exhibirán en el centenario que preparan sobre el instituto creado por el naturalista. En la publicación «Anales del Instituto General y Técnico de Valencia», editado en 1916 por la Imprenta Hijos de Francisco Vives Mora, Celso Arévalo dedica un documentado y extenso artículo a la presencia de estos invertebrados en el lago: «Introducción al estudio de los Cladóceros del plankton de la Albufera de Valencia».

El científico detalla en un ameno relato la particular forma de vida de los cladóceros: son «seres acuáticos, que viven en las aguas dulces y que forman lo que la ciencia moderna denomina plankton, seres que llevan una existencia errabunda en el seno de las aguas, flotando sin cesar a merced de ellas». Arévalo recuerda «el papel importantísimo en la biología de las aguas dulces de estos crustáceos y su particular forma de supervivencia. En épocas de abundancia, el agua se llena de hembras que no necesitan colaboración masculina para desarrollarse. Pero en situaciones adversas, cuando los lagos o ríos se resecan o congelan y se vuelven inhabitables, «la aparición de los machos, y con ellos la producción de huevos de origen sexual muy resistentes y capaces de soportar las condiciones adversas, en espera de nuevas circunstancias propicias, garantizan la no extinción de la especie». Tanto que, casi 100 años después, aún se han podido recolectar en el lago de l'Albufera.

Celso arévalo, creador del primer Instituto Hidrobiológico de España en Valencia

A Celso Arévalo Carretero (Ponferrada 1885-Madrid 1944) se le considera «uno de los más firmes impulsores y pioneros de la ciencia ecológica en España», según señala Francisco Teixidó Gómez, en su web «Los biólogos españoles». Arévalo ocupó desde 1912 a 1918 la cátedra de Historia Natural y Fisiología e Higiene en el Instituto General y Técnico de Valencia (el actual Institut Lluís Vives). L'Albufera fue el «acicate» para que Celso Arévalo creara el Laboratorio de Hidrobiología Española, «sin ningún tipo de ayuda económica o personal, aunque en 1917 sí fue reconocida como institución oficial en una Real Orden de octubre de 1917». A principios de siglo, España era un «potencial importante por su variedad de fauna», recuerda el biólogo Juan Rueda. «La primera guerra mundial hizo que investigadores extranjeros recalaran en el Laboratorio de Valencia: el ictiólogoictiolo Alfonso Gandolfi, el malacólogo Fritz Haas y el especialista en ácaros acuáticos Karl Viets», quienes publicaron artículos en los Anales del Instituto valenciano. Tras la marcha de Arévalo a Madrid, el Instituto de Hidrobiología sobrevivió durante años, aunque desapareció tras la guerra civil. Y ahora, cien años después, el Lluís Vives, recuperará su legado. L. B. Valencia