El arquitecto paisajista es una figura clave en el diseño urbano de la mayoría de ciudades europeas y de EE UU, donde está reconocida como profesión desde el siglo XIX, algo que no ocurre en España. En Valencia, explica el ingeniero paisajista Rafael Narbona, «la ciudad ha sido diseñada por arquitectos e ingenieros en base al esquema de grandes avenidas y rondas que conectan solares para edificar». Un modelo que ha contribuido a asfixiar la ciudad y a devorar la huerta.
Los ejemplos de intervenciones bien pensadas desde el punto de vista del paisaje no abundan en Valencia. El tramo histórico de la avenida Blasco Ibáñez es uno. «Es perfecto», explica Narbona, que preside la Asociación Nacional de Paisajistas. «Las calzadas son túneles verdes y las aceras están bien sombreadas». Sin embargo, la parte moderna no ha funcionado tan bien, es menos frondosa, posiblemente, por una mala elección del tipo de arbolado. Narbona insiste en que hay intervenciones que con una mínima inversión mejorarían la ciudad. Por ejemplo, la avenida Ausiàs March, un eje viario inhóspito podría dulcificarse introduciendo una medianera con arbolado.
Las nuevas políticas urbanas europeas abogan por atajar el problema de la fragmentación del territorio derivada de la construcción de grandes avenidas, ejes ferroviarios y otras infraestructuras. La idea es generar los denominados «ecoductos» que vertebren el territorio partiendo del aprovechamiento del paisaje. El Parque Central, diseñado por la paisajista, Kathryn Gustafson, es el gran reto de vertebración de la ciudad a través del paisaje. La ventaja deValencia es que no necesita inventar paisajes puesto que tiene uno único: la huerta. Los paisajitas llevan años reclamando mayor protagonismo a la hora de diseñar las ciudades. Advierten de los errores que se siguen cometiendo por esa falta de sensibilidad hacia el estudio del paisaje existente.