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El Museo de las Ciencias Príncipe Felipe celebra su XV aniversario

Obligado a reinventarse quince años después

El buque insignia de la Ciudad de las Artes y las Ciencias se ha convertido en este tiempo en la genuina postal de la ciudad

Obligado a reinventarse quince años después

­Quince años de gestación, cinco de obras y 26.000 millones de las antiguas pesetas. Esa es la receta que hizo posible hace quince años el nacimiento del Museo de las Ciencias Príncipe Felipe. El segundo de los edificios del complejo de la Ciudad de las Artes y las Ciencias abrió sus puertas al público por primera vez el 13 de noviembre del año 2000 con el deseo de ser el museo científico de referencia en España basado en un simbiosis entre ciencia y arquitectura liderada por el valenciano Santiago Calatrava. Más de 31 millones de visitantes, 220 exposiciones, 800 actividades de divulgación científica y muchas críticas sobre su gestión son las elementos que configuran su presente. El futuro, por ahora, pasa por buscar un nuevo rumbo.

Antonio Ten, físico y profesor de la Universitat de València, es una pieza clave en la historia del museo. El gobierno de Joan Lerma le encargó el desarrollo de la idea fundacional de la Ciudad de las Ciencias. Entre 1990 y 1991 dirigió un equipo de 56 científicos y museólogos que elaboraron el primer proyecto de contenidos de la misma, cuyos 32 volúmenes se entregaron al presidente de la Generalitat a finales de 1991. Hoy, observa con frustración el presente del museo y con dudas su futuro. «Como a cualquier ciudadano, me extraña que se hable muy poco de la ciencia del museo y del fruto de los beneficios que ha introducido en el ámbito científico y tecnológico valenciano cuando se creó precisamente para eso», denuncia Ten. Para el científico, los hitos del museo a día de hoy «no pueden estar más alejados» del proyecto que en su día impulsó.

El director del proyecto culpa a los sucesivos gobiernos populares del devenir del museo. Cuando se dio forma a la idea de lo que sería después el Príncipe Felipe se distinguieron cuatro objetivos básicos por estricto orden de relevancia. El primero era insertar a los valencianos en el universo científico y tecnológico que en los noventa «se veía venir, porque internet estaba todavía muy lejos de ser conocido y llegar a España». En la misma línea, el segundo consistía en hacer del museo un escaparate de la realidad tecnológica valenciana que se expresase en actividades. El tercero era crear un gran centro de referencia en documentación científica y tecnológica. Habría que esperar al cuarto puesto para encontrar la idea de hacer del museo un centro de atracción turística, y ahí está el principal error en la gestión del complejo para Ten: «el PP se olvidó de los tres elementos anteriores y centró todo su interés en llevar a escolares y grupos de jubilados de Teruel».

Con esa política, denuncia Ten, lo que se ha conseguido estos años es «desvirtuar» el objetivo central de aumentar la cualificación científica de los ciudadanos. A su juicio, el museo ahora mismo es «un contenedor vacío con unas cuantas cosas inconexas rellenando el espacio». Esa «nada» que lamenta, no obstante, es también una oportunidad para redirigirlo todo con un nuevo rumbo. Sin embargo, el ideólogo del proyecto mira con recelo las intenciones del nuevo gobierno sobre el museo: «No tengo claro que el actual gobierno tenga claras las ideas sobre qué hacer con una ciudad de la ciencia». No sólo porque no haya visto ninguna declaración al respecto «ni especialistas cualificados», el problema es de tiempos. El Museo de las Ciencias quería ser un proyecto avanzado a su tiempo. Quería ser una enorme fuente de documentación científica cuando internet no se veía venir ,«pero ahora cualquiera puede ir a Wikipedia y consultar artículos científicos en la red». Pretendía ser también un gran contenedor de contenidos audiovisuales cuando todavía no existía Youtube. Pero todo eso ya ha pasado y ahora toca buscar un nuevo rumbo.

El diagnóstico lo comparte Francesc Colomer, actual presidente de Cacsa „la empresa pública que gestiona el complejo de la Ciudad de las Artes y las Ciencias„ y secretario autonómico de Turismo. «Creemos que hay que reforzar el potencial científico pero eso no está reñido con insertar al museo en el relato turístico de la ciudad», detalla. Desde su departamento niegan precisamente que centrarse en el componente turístico sea malo y aspiran incluso a llevarlo más allá, pero sin olvidar la necesidad de aspirar a más. «Tenemos que cualificar los contenidos, aumentar la proyección exterior y conseguir que sea un punto de referencia científico», defiende Colomer.

Para lograr ese objetivo, apuesta por una nueva estrategia a largo plazo en la que todavía están trabajando y que no podrá llegar antes de la auditoría y fiscalización que el nuevo gobierno está llevando a cabo sobre el conjunto. Sentar las bases para una sostenibilidad económica que hoy queda muy lejos con los millones de deuda acumulados y reflotar la reputación del museo y de toda la ciudad deberían ser a su juicio los ejes que delimiten ese nuevo rumbo. Y es que Colomer reconoce que la imagen del complejo «está muy ligada a la imagen más negativa de la Comunitat Valenciana», la vinculada a la corrupción y el derroche. «Tenemos que procurar un renacer de su imagen pública para que vuelva a funcionar», reconoce. el presidente de Cacsa.

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