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Cañas y barro

Contra viento y marea

Contra viento y marea

Hay momentos en los que las situaciones te desbordan. Situaciones en las que la confusión puede provocarte incluso mareo, esa sensación que parece que todo se mueve a tu alrededor «sin ton ni son». Así me sentía la semana pasada. Mi índice de saturación informativa había llegado al 100% y necesitaba aire. Por eso decidí acercarme al distrito de Zaidía, pasar un rato con mi amiga Caterina y observar la realidad desde otro punto de vista. Caty, como la conocen en el barrio, es una gran mujer, joven, valiente y excepcional que se pasa más de 14 horas al día trabajando al frente de un negocio que ha impulsado ella misma con la ayuda, apoyo y colaboración de su marido.

Su sueño, «El rincón de Caty», un bar cafetería que se encuentra situado en la calle Ministro Luis Mayans, calle así denominada en honor a un ilustre español y valenciano de Onteniente cuya infancia transcurrió en nuestra tierra y que fue presidente del Congreso de los Diputados, espero que los nuevos tiempos sepan reconocer su valía y no cambien el nombre a la calle. Pero no quiero dejarme llevar por los acontecimientos. Sigamos con Caty. Me encanta hablar con ella porque trasmite una energía y una fuerza fuera de lo común. Caty es una luchadora, una más. Ha tenido que enfrentarse a todo tipo de dificultades y contratiempos para salir a flote. Ha luchado contra viento y marea para conseguir lo que ahora tiene.

Pero su mayor batalla es la que ha librado contra su propia enfermedad. Caty, como un 10 % de mujeres en España, está afectada por endometriosis. Para que nos entendamos la endometriosis consiste en el crecimiento descontrolado de las células que recubren el útero, especialmente por la zona abdominal. Es de origen desconocido y por lo general muy dolorosa, además de conllevar una gran dificultad para quedarse embarazada. Como Caty, son muchas las mujeres valencianas que tienen que convivir día a día con esta patología, teniendo en cuenta que es una enfermedad que puede tardar años en diagnosticarse, con el exasperante itinerario de consultas médicas que sufren las afectadas hasta que por fin se pone nombre a su mal. Ese deambular duró diez años en el caso de Caty. Diez años en los que la convivencia con el dolor se agudizaba durante la menstruación, y la fatiga y el cansancio se empeñaban en hacer desaparecer la normalidad de su vida.

Mi amiga, como otras muchas mujeres, decidió no dejarse vencer por su enfermedad , y su preocupación no se ha quedado en ella misma, si no en todas las mujeres que la sufren y en las niñas y jóvenes que un día tendrán que enfrentarse a una situación parecida. Por eso, aprovecha cualquier ocasión para contar su experiencia, para dar a conocer la asociación Adoec y desde ahí concienciar y promover la investigación.

Ese ratito en «El rincón de Caty» fue toda una terapia para mí. Fue como bajar a la trinchera y compartir con una mujer que ha tenido que vérselas con lo más inesperado. Y me recargué. Salí de allí encantada de volver a distinguir cómo se puede hacer frente a la adversidad. Convencida de que para ser fiel a sí misma no queda otra que luchar «contra viento y marea».

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