­Las premisas de dignificación, limpieza y mejora de la calidad ambiental y de vida de la ciudad que postulaban los médicos higienistas que participaron en las reformas urbanísticas que se llevaron a cabo en el siglo XIX en Valencia podrían tener plena vigencia en la actualidad en algunas calles y plazas de Ciutat Vella, donde el incivismo, la suciedad y los restos del botellón hacen mella en la calidad del espacio público y provocan quejas continuadas por parte de los vecinos.

El arquitecto y miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos, Francisco Taberner, impartió el martes una conferencia en el Museo San Pío V en la que analizó el papel de los médicos higienistas en las reformas urbanas que se acometieron en la insalubre y decadente Valencia de finales del siglo XIX, entre las que destacaron el derribo del barrio de Pescadores que propició la aparición de una nueva centralidad, la plaza del Ayuntamiento, y las aperturas de las modernas y cosmopolitas calles de la Paz y la avenida del Oeste. También en la construcción del alcantarillado o en el adoquinado de las calles. El gobierno de la ciudad también dio entones voz a los médicos higienistas a la hora de diseñar edificios públicos, como cárceles, mataderos y fábricas.

Aquel fue un proceso de participación ciudadana sin precedentes del que el actual gobierno municipal podría tomar buena nota, apunta Taberner. «El higienismo ha desaparecido, ahora las epidemias las controlan los hospitales, la sanidad pública y los servicios sociales, sin embargo, hay otros problemas pendientes de resolver como el medio ambiente de las ciudades y la movilidad». Y para resolver estos problemas se debería volver a dar voz «no solo a los médicos, a los abogados, a los ingenieros y a los ciudadanos en general», subraya este reputado arquitecto, decano durante varios años del Colegio Territorial de Arquitectos y autor de numerosos estudios sobre el urbanismo de Valencia, entre ellos, «Valencia: entre el ensanche y la reforma interior» y la «Guía de arquitectura de Valencia».

La falta de plazas peatonales, zonas verdes y espacios de juego para los más pequeños viene siendo desde hace años una reivindicación de los vecinos del centro histórico. El ruido y la contaminación atmosférica, pero sobre todo las deficiencias en el servicio de limpieza son quejas que se repiten en las listas de reclamaciones formales presentadas por los ciudadanos ante el ayuntamiento.

Valencia «es en general una ciudad limpia», el problema ahora es el incivismo y la falta de educación una de cuyas máximas expresiones es la cada vez más extendida práctica del botellón, el consumo de alcohol en la vía pública que genera numerosas quejas vecinales y degrada plazas y calles en distintos puntos de la ciudad. Pero no solo el botellón, hay otros factores como paso intensivo de turistas y la concentración de restaurantes y cafeterías en puntos como la plaza Redonda o el paseo de Russafa y la calle Ribera, donde las brigadas municipales muchas veces no dan abasto.

El higienismo fue una corriente de pensamiento desarrollada desde finales del siglo XVIII y animada sobre todo por médicos que tenía en consideración la gran influencia del entorno ambiental y del medio social en el desarrollo de las enfermedades. Los higienistas critican la falta de salubridad en las ciudades industriales, así como las condiciones de vida y trabajo de los empleados fabriles, proponiendo diversas medidas sociales y de salud pública.