Sobre San Vicente Mártir, nuestro primer patrón, todavía la historia guarda secretos difíciles de sacar a la luz. Porque nos quedamos siempre en conjeturas e hipótesis, aunque provenientes de autores de prestigio basadas en argumentos razonables. Por ejemplo: para Sanchis Guarner, en su «Historia de la Ciutat de Valéncia», en el año 304 nuestra tierra estaba poco evangelizada e ignorándose la razón que impulsó al prefecto romano en España, Daciano, perseguidor de cristianos por orden de su emperador Diocleciano, a desterrar de Zaragoza al obispo Valero y su diácono Vicente. Mientras que para Sanchis y Sivera, en sus «Estudios Históricos de la Diócesis de Valencia», simplemente «los mandó trasladar para que las penalidades y malos tratos inferidos en el camino hicieran flaquear la firmeza de su fe».

Sin embargo es más lógica, en mi opinión, la hipótesis del cronista Escolano que, en su «Historia del Reino de Valencia», escribe que los padres del mártir, Eutiquio y Enola, aunque residentes en Huesca eran oriundos de Valencia y aquí tenían parentela. Y esto averiguado por el prefecto romano en su interrogatorio, trató que los familiares mediaran ante el diácono Vicente haciéndole desistir de su fe; porque dice Escolano, que «de no ser esto verdad, no entiendo que Daciano después de verter tanta sangre de mártires en Zaragoza reservara solo al obispo y su diácono para Valencia».

No obstante de lo que no hay duda es, que mientras que al obispo, de la noble familia romana Valeria, le perdonó la vida gracias a la prerrogativa de ser ciudadano romano, a su diácono de 22 años de edad le aplicó los más crueles tormentos. Como garfios de hierro, el potro hasta descoyuntar sus huesos, un lecho incandescente sobre lasdrales dedicados con su nombre por todos los lugares del mundo. Y en nuestra ciudad la basílica de San Vicente de la Roqueta, donde se depositaron sus restos. Y junto a ella un monasterio y un hospital que dispuso el Rey Jaime I en memoria de su reconquista de Valencia, cuya empresa había puesto bajo la protección de la Virgen María junto con la de San Vicente Mártir.

Es por otra parte digno de visitar y admirar hoy en nuestra ciudad, además de los llamados «lugares vicentinos», las dos mejores representaciones artísticas de su martirio. Una es el óleo del valenciano José Vergara ubicado en la puerta románica de la catedral, donado por el mismo pintor en el año 1790; y la otra el gran mural de Bartolomé Matarana en el crucero de la Iglesia del Patriarca pintado para su inauguración (1604): «San Vicente en la hoguera»; y sus anexos también murales, «Muerte de San Vicente» a la derecha; y «Vicente y su obispo Valerio ante Daciano» a la izquierda.