Xavi, Miquel, Jovi, Ricardo y Felipe tienen entre 39 y 42 años y llevan más de dos décadas encima de un monopatín. Los años no han afectado a la pasión que les inspira el patinete y, a pesar de que cada uno tiene una vida «adulta» que implica trabajo, familia u otras responsabilidades, encontrarse en las pistas de skate del Gulliver continúa siendo un hábito al que no renuncian, aunque ya no acudan todas las semanas como en sus primeros años.
Las voces de la experiencia de esta disciplina reivindican la idea de que patinar, más que un deporte es «un estilo de vida». Así lo definen las «viejas» glorias de un tiempo en el que el skate comenzaba a emerger y a importarse, desde países como Estados Unidos o Francia a España, primero en ciudades como Barcelona o Bilbao y más tarde a nuestra ciudad. Fue a finales de los años ochenta y principios de los noventa cuando los primeros jóvenes de València comenzaban a experimentar piruetas y trucos encima de una tabla con cuatro ruedas.
Cada uno ha seguido su camino pero continúan, de una forma u otra vinculados al patín. «La adrenalina es una droga», cuenta Miquel Hernández, que lleva desde los siete años deslizándose sobre ruedas. «Cuando tengo un poco de tiempo vengo, así me quito el ´mono´». Si vienen menos, es también por las lesiones y el desgaste. «Es un deporte muy duro físicamente», explica Ricardo Palazuelo quien confiesa que ya casi no patina pero se ha pasado al surf, una práctica más «amable con el cuerpo» y con la que no se desvincula totalmente de la tabla.
Jovi Soriano nunca ha dejado el mundo del patín. De hecho, vive de ello. Hace 15 años montó su propia tienda exclusivamente de skates, 50quanta 50quanta. «Me involucro mucho en fomentar el deporte», explica.
Estos skaters veteranos se identifican como los «skate rats», debido a la Asociación de patinadores SK8RATS València que se creó en 2005 y del que es secretario Vicente Von Ratten. Creada por los skaters más veteranos, luchan por los espacios para el monopatín y entre sus logros están el «skatepark» del polideportivo de Beteró, y el «skateplaza» del río, el del Gulliver.
En este sentido, uno de los patinadores, Xavi Ruiz, llama a los jóvenes con los que coincide en las pistas las «ratitas», haciendo referencia a que ellos, los más experimentados son las «ratas». «Son muy bonitas las amistades que se forjan haciendo lo que te gusta», explica para añadir que «ahora yo coincido con chavales muy jóvenes pero hay buen rollo y se crea un vínculo». De hecho, cuenta que en alguna ocasión se los ha llevado en coche a pistas como la de Sagunt. «Yo le digo a mis amigos del skate, este finde me voy con las ratitas a Sagunt, ¿quién se viene?». Así todo, echa de menos una mayor cohesión entre los «mayores» del skate. «Hay veces que es muy difícil juntarse para organizar eventos, cada uno se pone la medalla y ganan los egos», lamenta. «Creo que si todos nos coordináramos podríamos sacar adelante proyectos muy chulos más habituales y no sólo una o dos veces al año», concluye Xavi.
Todos coinciden en que la imagen del skater ha mejorado con los años. «Antes evitabas decir que patinabas, estaba mal visto», coincide el grupo. Por eso, «se juntaba mucha gente que tenía una personalidad fuerte porque una persona que patinara pese a las críticas era gente que demostraba que le daba un poco igual lo que pensaran de ellos», apunta Ricardo. «Ahora, sin embargo, patinar es ´guay´, ´mola´. Las marcas también han moldeado mucho la imagen», añaden. Xavi lo tiene claro, ser «skater» es un sentimiento. Nada tiene que ver con la moda y las tendencias: «Nos hemos criado con ello, hemos forjado nuestra personalidad en ello y nos hemos hecho personas en ello».
