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Una vida de novela (7) | Condesa de Ripalda

El huerto del conde

La condesa vivió largas temporadas entre la corte y la quinta de Alfafar, donde nacieron algunos de sus hijos. El palacio de Alfafar fue derribado dos años antes que el de Ripalda. El famoso dramaturgo Edgar Neville de Romree y Lope le Montheux Bourbaki de Romree fueron los últimos propietarios del palacio de Alfafar.

El huerto del conde

Uno de los lugares más importantes en la vida de Josefa Paulín de la Peña, nuestra Condesa de Ripalda, es la población de Alfafar, en ella vivió grandes momentos de su vida en una espléndida Quinta, primero con su primer marido, el conde de Romree , y posteriormente con su segundo esposo el Conde de Ripalda. La Quinta era propiedad en su origen de Gaspar Cebrián, Alcalde Mayor de Valencia desde 1735 a 1737, constaba de una gran alquería con una zona importante de huerta y arbolado situada entre el Bras d´Alfafar y la Acequia de La Fila. Fue heredada por su nieta María Antonia Cebrián Enriquez (1775-1854) desposada con Carlos Felipe Romree d´Auxi (1760-1820), y transmitida al hijo de estos, Antonio Romree Cebrián (1807-18|55) primer marido de nuestra condesa.

La Quinta era la casa de recreo de los condes, tan solo a cinco kilómetros de Valencia era el espacio ideal para el descanso del ajetreo de la Corte, esos escasos kilómetros quedaron reducidos el 24 de octubre de 1852, al inaugurarse un apeadero de la nueva línea de ferrocarriles entre Valencia y Játiva en Alfafar, en una hábil gestión el conde Romree consiguió un apeadero, a tan solo unos metros de su casa, a cambio de la expropiación de parte de sus propiedades.

Antonio Romree Cebrian se casa en primeras nupcias con Antonia Damiani Oblin una joven noble italiana que muere sin descendencia casándose posteriormente con Josefa Paulin en 1840 de cuyo matrimonio nacen entre Madrid y la Quinta de Alfafar sus cinco hijos, Carlos (1841) el primogénito a la postre heredero del título, Clotilde (1843), Antonio (1846), Enrique (1851) y Josefina (1853).

Tras la muerte del conde Romree en La Habana en 1855, nuestra condesa se casa en 1857 con José J. Agulló Ramón (1810-1876). Es a partir de este mismo año cuando el conde de Ripalda y su esposa realizan una formidable rehabilitación de la casa de la Quinta, preámbulo de lo que más tarde conoceremos como Palacio de Alfafar, vemos en la contabilidad del conde del segundo semestre de 1859 realizada por su administrador Francisco Ramón Romeu, que a 31 de Diciembre los gastos en el acondicionamiento de la Quinta asciende a 221.928 pesetas, con partidas como «A Tomás Romá por alfombras para Alfafar 705 pesetas», «A Marcos pintor por trabajo hecho en Alfafar 477 pesetas» o «A Vicente Moliner por papel pintado para Alfafar 186,25 pesetas».

Del matrimonio con el conde Ripalda, nuestra condesa tuvo tres hijas, Isabel (1859-1870), Mª Dolores (1866-1942) y María que falleció en 1867 al poco de nacer con lo que tan solo dos de ellas pudieron disfrutar de esta magnífica casa.

En 1876 muere en esta casa de Alfafar, José Agulló Ramón, conde Ripalda siendo enterrado en el Cementerio General de Valencia en un sencillo nicho en la sección segunda izquierda número 2938.

En los jardines de la Quinta predominaban las acacias y las rosas entre una gran variedad de árboles y plantas, gozaba de una pista que en aquel entonces denominaban Skating Rink, ni más ni menos que una pista de patinaje de portland y también de una cancha de Lawn-Tennis, pero lo que más llamaba la atención era el pasadizo construido en una zona del jardín y entre las casas que daban a la plaza de la Iglesia con el fin de que la señora marquesa no tuviera que dar la vuelta a la manzana para ir a misa.

En 1879 Carlos Romree Paulín, en esa época ya conde de Romree, después de recibir junto a sus hermanos varones en herencia la Quinta de Alfafar, les compra sus partes correspondientes pasando a ser el propietario en su totalidad, según consta en acta notarial realizada por el notario Eduardo Ponce y Vila el 17 de octubre de 1879. Carlos Romree Paulín tras su retiro como militar profesional deja la Corte y junto a su esposa María Milagros Palacios fijan su domicilio en Alfafar siendo el deseo de ambos el acondicionar el viejo edificio de la Quinta y habilitarlo como un verdadero «chateau». Se incorporó una gran fachada neoclásica con dos torres cubiertas de pizarra y una gran puerta de estilo moderno.

Las obras finalizaron en 1900 coincidiendo con la Exposición Universal de Paris donde acudieron los condes de Romree a realizar las compras de muebles y artículos de decoración sin el asesoramiento de profesionales lo que provocó que la decoración el Palacio fuera un amalgama de estilos sin mantener un orden estético. La llegada de las compras realizadas al apeadero de Alfafar fue un verdadero espectáculo, llegó un tren compuesto de catorce vagones de mercancías y en medio, un vagón de primera que era el ocupado por el Conde de Romree junto a varios artículos delicados como un verascopio, tres barómetros monumentales, los planos para dirigir un globo dirigible, un cuadro de Van Dyck, doce pares de patines de ruedas, dos rifles Colt, un anteojo larga-vista y otras menudencias.

Dentro del palacio lo más destacable en la planta baja era la escalera de honor, de mármol blanco con las barandillas de madera pintadas al óleo y que en el rellano se dividía en dos hasta la planta superior, en el mismo un arcón de madera y sobre él, el majestuoso cuadro de Armando Menocal, La Jura de Santa Gadea. En el piso superior las estancias más destacables eran la sala de billar rodeada de bancos y con una repisa donde se podían contemplar fotos de la alta sociedad de la época; el comedor con vitrinas repletas de plata y cristalerías; el salón principal con las paredes tapizadas y espesos cortinajes en las ventanas, en el medio del salón un mueble-sofá redondo y una espléndida chimenea; en un salón contiguo se encontraba el verascopio y por último el salón de baile rodeado de sillería filipinas de bambú. Aparte de éstas, otras tantas dependencias entre dormitorios, capilla y distintos salones se distribuían a lo largo del Palacio cuyas paredes estaban cubiertas de cuadros de pintores como Pablo de Vos, Cecilio Plá, Martinez Cubells y Richard entre otros.

El Palacio fue el centro de fiestas de la sociedad valenciana y de reunión de toda la familia Romree, no solo los hermanos de Carlos Romree con las familias de sus cuatro hijos sino también de la familia de su esposa, los Palacios-García, que acudían a Alfafar a pasar fiestas señaladas.

Pero las visitas se fueron disipando en Agosto de 1925 tras el fallecimiento de María del Milagro Palacios, viuda de Carlos Romree Paulin que había fallecido en 1919, fue el principio del fin del Palacio.

Durante la guerra civil fue confiscado como lugar de evacuación, más tarde hospital militar dirigido por el comandante médico Jorge del Pras y Borbón y terminó como cuartel militar. Terminada la contienda el Palacio quedó, salvo por algunas visitas esporádicas de los últimos propietarios, en el olvido de la familia y la desidia se fue apoderando del mismo.

Tras un pacto de sus últimos herederos, el famoso dramaturgo Edgar Neville de Romree y Lope Le Montheux Bourbaki Romree, biznietos de nuestra condesa, con el ayuntamiento de Alfafar, se reflejó el 2 de Julio de 1965 por escrito la donación del sublime cuadro La Jura de Santa Gadea (3,60 metros x 3,60 metros) que hoy en día se puede contemplar en el despacho de la alcaldía de esta población.

El Palacio fue vendido y derribado posteriormente en 1965 bajo la indolente postura de sus vecinos y corporación municipal de la época.

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