El tamaño sí importa, al menos para los árboles. Los alcorques de València empiezan a ver aumentadas sus dimensiones, en la línea de otras grandes ciudades, que ya planifican urbanísticamente pensando en la ventilación radicular de las especies arbóreas de calles, avenidas y plazas. Un total de 1.716 alcorques van a pasar de medir 1x1m a 2x1m, otros 65 llegarán hasta los 2x2m y 20 se harán circulares. Los veintincinco de nueva construcción directamente pasarán a tener 2x2m y otros dos tendrán forma redondeada. La mayoría de paisajistas coinciden en que ejemplares de gran porte como plátanos o las palmeras se plantan en espacios demasiado pequeños cuando no claramente exiguos, lo que por una parte impide la expansión de las raíces y por otra que logren una buena sujeción. Un problema añadido en caso de temporales de agua y viento como el de estos días, donde pueden observarse árboles arrancados de cuajo con raíces poco desarrolladas.

En València existen más de 60.000 alcorques, y no todos ellos con árbol. De hecho, hace unos meses la Concejalía de Parques y Jardínes puso en marcha un plan para reponer hasta 3.274 que se encontraban vacíos, con la plantación de 86 especies diferentes. Las de hoja caduca comenzaron a trasplantarse en invierno mientras que las labores con palmeras han empezado en abril y seguirán durante el próximo mes de mayo. Con esta iniciativa desde el departamento de Pilar Soriano (Compromís) se persigue un doble objetivo, reducir los alcorques vacíos «para hacer de València una ciudad verde y diversa medioambientalmente». Por otra, «mejorar la vida y la longevidad de nuestros arboles dotándoles del espacio de tierra que realmente necesitan para que desarrollen su vida de forma plena».

Además de mejorar la estética de las ciudades, los árboles son aliados frente al cambio climático, pues retienen el polvo entre sus hojas, humedecen y oxigenan el ambiente, disminuyen el rigor de los veranos calurosos y favorecen la presencia de insectos y pájaros. Varias son las voces autorizadas en paisajismo que vienen alertando de que los pavimentos que recubren las ciudades «estrangulan» especialmente a los de mayor porte y aquellos con un sistema radicular más superficial.

Anteriormente, los materiales utilizados en las vís urbanas eran de adoquín tendido sobre arena, que permitía una buena ventilación del subsuelo. Hoy en día, el asfaltado es más impermeable y por tanto hace más difícil el intercambio de aire entre el subsuelo y la atmósfera, lo que acaba provocando un efecto «asfixia».