Francisca Lozano nació el mismo 1919 que el València CF, su padre la hizo socia inmediatamente y todavía hoy no sólo se tiene en pie sin problemas, sino que «cada vez que marca un gol, se levanta como un resorte del sofá. Pero sin apoyarse ni en el respaldo. Un día nos dará un susto». Pero no sólo está como una rosa, sino que «puedes hablar con ella lo que quieras de fútbol. Que te dirá los jugadores que le gustan y los que no. Y hablará del Ajax y del Milan. Y también de toros y de política». Fue una de las protagonistas de uno de los actos más emotivos, si no el que más (así lo definió la concejala Pilar Bernabé) que tienen lugar en el Salón de Cristal del ayuntamiento a lo largo del año. Es el reconocimiento a valencianas y valencianos que cumplen su primer siglo de vida. El primero porque luego, pase lo que pase y cuando pase, quedará su legado.

Ayer, el alcalde Joan Ribó y la edil les hicieron entrega de unos regalos en recuerdo de ese día en el que entraron con todos los honores en el salón noble de la casa de la ciudad. Estaban convocados 31, aunque al final fueron 27. «¡Como ha cambiado esto!. ¿Te acuerdas de los primeros años? Venían diez, once...» comentaban entre sí un funcionario y una de las organizadoras. La justificación la daba el alcalde: «La calidad de vida de la ciudad y el aumento de la esperanza de vida».

Demasiado lleno el Salón

Tanto, que Ribó reconoció que «si esto sigue así, y las previsiones así lo dicen, igual tenemos que plantearnos otro lugar para celebrar este acto, porque aquí ya estamos apretados». Porque, como es lógico imaginar, a cada persona mayor le acompañaba una serie de hijos, biológicos y políticos, nietos y biznietos. Que contemplaban con orgullo y emoción (es un día para soltar alguna lágrima) el momento en el que padre, madre, abuelo, abuela, bisabuelo o bisabuela han alcanzado una cifra que tiene mucho de mágico.

Los homenajeados ayer son personas que, cuando nacieron, acaban de acallar los cañones al otro lado de los Pirineos. España, por entonces, vivía a su rollo, casi decimonónico, y le entró más de refilón el concepto de los «felices años viente». Aquí había una monarquía que regaló el poder a los militares. Los ayer centenarios vivieron la adolescencia en plena República y ellos tuvieron que empuñar el fusil durante la Guerra Civil. Les faltaba muy poco para haber sido quinta del biberón. Después vivieron los rigores de la postguerra y han sido testigos de, como aseguró Ribó, «momentos amables y duros, alegrías y pérdidas. Y habéis sido quienes habéis impulsado a esta sociedad a ser mejor y más justa». Fueron los preocupados padres de unos hijos que conocieron los guateques o la moto Vespa. Para entendernos en clave de ficción televisiva, son diez años mayores de lo que serían ahora Antonio Alcántara y Mercedes y ligeramente más jóvenes que Sira Quiroga.

Cuando acabó la dictadura aún estaban en edad laboral y han vivido la jubilación y la ancianidad en tiempos de cambio, transición y libertad. Pero cien años son muchos y no todos tienen la misma capacidad cognitiva a estas alturas. Ellas eran amplia mayoría; 25 mujeres ante seis hombres (alguno de ellos estaba encantado con esta proporción). Y llegaban con sus mejores galas. Ellos, con sus trajes de chaqueta. Ellas, con sus mejores blusas, collares de perlas y alguna, aún más coqueta, perfectamente maquillada. Incluso algún teñido de pelo especialmente atrevido. Y con ideas muy claras, que Esperanza Jimeno peroraba sobre la situación del país con claridad de ideas digna de un politólogo. Entre las cuatro ausencias, la de Emilia Cabrelles, que es la viuda de Julio Llorente, el funcionario del ayuntamiento que restauró la plaza de la Virgen y las torres.

Dos de ellos se convirtieron en portavoces. Francesc Fons no tuvo en cuenta la aconfesionalidad de Joan Ribó para pedir en valenciano que «Nuestro Señor nos cuide a todos». «Cuando quieran empiezo» aseguró Paula López también para agradecer este acto. Porque esa es una de las sensaciones que emanan de este acto: la gratitud. De las personas mayores que controlan lo que está pasando y de las familias que les acompañan. Sea el color que sea el ayuntamiento que, a lo largo de los años, lo han organizado.

La concejala de Personas Mayores, dícese también Envejecimiento Activo, Pilar Bernabé, destacó que «es un acto de justicia porque es indispensable honrar a todas las personas precursoras de una sociedad moderna, avanzada, solidaria, como es la sociedad valenciana». «Vosotros y vosotras sois quienes habéis contribuido a lo que hoy somos. València ha crecido con vosotros y vosotras. Sois los verdaderos protagonistas de la historia de nuestra ciudad y un ejemplo para todas las generaciones que os siguen», dijo.

Ejemplos como Paula López, que todavía recibe clases de francés e italiano y pintura en tela y se apaña viviendo sola. O Atilana López, que fue de las primeras mujeres en hacer el recorrido de Requena a València en bicicleta, haciendo honor a una tradición familiar. O Francesc, el otro portavoz de estos centenarios, que fue curtidor y que es capaz de escribir en valenciano y hacerlo con letra gótica. O Julián Galiano, que fue guarda forestal del ya desaparecido Icona, el Instituto para la Conservación de la Naturaleza.

La naturaleza sí que les ha sabido dar la oportunidad de una vida larga y apasionante. Que tocaba reconocer.