¿Te puedes casar por la iglesia sin vestido de novia y después, ya casada, asistir a un servicio religioso con el vestido de novia? Pues parece ser que sí porque ese es el curioso episodio que ha protagonizado la pareja formada por el valenciano Salva y la catalana Susanna, que el pasado día 8 acudieron no a una, sino a dos iglesias, con sus mejores galas a pesar de que llevan cinco meses casados.

La historia tiene su razón de ser. La pareja se tuvo que casar casi de tapadillo el pasado 19 de marzo. Con todo preparado para celebrarlo a lo grande el 21, el estado de alarma por la epidemia de coronavirus les pilló de lleno. En lugar de aplazar el enlace hasta mejor ocasión, decidieron sellar su compromiso de forma inmediata. Lo hicieron en San Juan del Hospital, pues para entonces Dominicos ya estaba clausurado. La iglesia más antigua de la ciudad echaría el cierre apenas cuatro días después.

En lugar del traje largo, un vestido corto

El enlace, con todas las garantías eclesiásticas, fue, sin embargo, lo menos parecido a una boda convencional: en la iglesia tan sólo estaban la pareja, el párroco y dos testigos. Ni padres ni parientes ni amigos. Uno de ellos emitió en directo la ceremonia a los invitados, que la presenciaron de forma telemática.

El chaqué y el vestido blanco, arruinada la posibilidad de la última prueba o incluso de recogerlo, se convirtieron en un traje de chaqueta y un vestido corto rojo. Y con un ramo prestado de las flores que había en la basílica.

Con el matrimonio formalizado, Susanna, natural y residente de soltera en Girona, ya inició la vida en común donde estaba previsto, en València. Una convivencia que empezó siendo de confinamiento.

El pasado día 8, la pareja acudió a las dos iglesias. A San Vicente Ferrer, para celebrar una misa de acción de gracias, esta vez sí, rodeados de familiares y amitos. Y a San Juan del Hospital, para entregar, esta vez sí, el ramo de flores a la Virgen de los Estudiantes. Y lo hicieron de gala de verdad, incluyendo el traje de novia blanco que tuvo que quedar en el taller esperando tiempos mejores. Aunque para ellos fue un confinamiento con la ilusión de una nueva vida.

El ramo, en primer término (Foto: S. J. H.)