Sánchez impulsado por Podemos, el separatismo catalán y el filoterrorismo, amparado por el pesebre de los parlamentarios socialistas está procediendo a dar un golpe de Estado contra el sistema democrático y la Constitución del 78”. “España es un golpe de Estado en sí misma”. “España está en plena culminación de un golpe de Estado”. “Golpe constitucional de Sánchez”. “Golpe del Gobierno a la independencia judicial”. “Continúa el golpe de Sánchez al estado de Derecho”. “Autogolpe a la democracia española desde el poder”.

Estas son algunas de las muchas expresiones que he escuchado o leído en los últimos días, que acusan directamente al presidente del Gobierno Pedro  Sánchez de orquestar un golpe de Estado.

Tanto Vox como PP y Ciudadanos no han dudado en acusar a Sánchez de estar promoviendo un golpe de Estado. Me parece peligrosísimo que se utilice este lenguaje cuando, además, no es cierto. En España por desgracia ya tenemos experiencia de lo que es un golpe de Estado. No hay que frivolizar con estas cosas.

No estoy en absoluto de acuerdo con las últimas decisiones del presidente Pedro Sánchez de eliminar el delito de sedición o de reformar el delito de malversación, pero sigue teniendo toda la legitimidad democrática para hacerlo mientras cuente con una mayoría parlamentaria suficiente que respalde sus decisiones. No me gusta nada lo que está haciendo este Gobierno en materia legislativa, aprobando deprisa y corriendo leyes para beneficiar a los golpistas, pero de eso a decir que se está perpetrando un golpe de Estado encubierto hay un abismo. Deberíamos ser más cautos todos.

Algunas formaciones políticas como es el caso de Vox han acusado directamente al actual gobierno de “ilegítimo e ilegal”. La derecha cuando no gobierna no reconoce nunca la legitimidad de un gobierno salido de las urnas por democrático y legal que este sea. El sistema parlamentario español se basa en mayorías parlamentarias y el actual gobierno, nos guste o no, las tiene.