Hacía más de 40 años que habían desaparecido de los ecosistemas del término de Xàtiva. Pero han vuelto. Y todo indica que para quedarse. Dos manadas de cabras montesas (que en conjunto pueden sumar entre 15 y 18 ejemplares) pueblan la Serra del Castell de Xàtiva desde hace un tiempo. Así lo ha constatado la asociación coservacionista Bosc Primigeni de Xàtiva, que detectó por vez primera la presencia de este animal en 2008. «Vimos unos excrementos y pensamos que podía ser de un ejemplar extraviado. Era cuestión de tiempo que proliferaran», explica Natxo Mallea, descubridor de la recolonización. Efectivamente, los vaticinios se cumplieron y el colectivo acaba de certificar la existencia de estos animales de manera estable y permanente y sin que se deba a la intervención humana.

El hallazgo, según explica Mallea, tiene su importancia en el hecho de que la cabra montesa ya había desaparecido de esa zona en los años 60. Los últimos ejemplares pudieron ser vistos a finales de esa década o como mucho a principios de los setenta. Pero además, el proceso de recolonización ha sido completamente natural. «Se ve que han venido por la Serra Grossa, pero no se han quedado ahí y han preferido la Serra Vernisa. Pueden haber venido de Quatretonda o de Moixent, incluso de Enguera, Almansa...», elucubra. El caso es que su presencia no es fruto de reintroducción artificial alguna o de un descuido (hay a veces abandonos de animales que han derivado en recolonizaciones descontroladas). En zonas superpobladas, como la Canal u otras, han tenido que expandirse a la fuerza y buscar alimento sin tanta competencia. De ahí este tipo de movimientos migratorios.

La Serra Vernisa y del Castell no son parajes alejados de la civilización, todo lo contrario. De ahí que parezca extraño que esta población estable de cabra hispánica haya escogido esta zona para vivir. «Son animales que mantienen la distancia „aclara el portavoz de Bosc Primigeni Xàtiva„ pero como ellas están en lugares escarpados, esa cercanía a la zona poblada no lo es tanto. Además, nos han contado casos como el de Sumacàrcer, donde han llegado a bajar hasta el pueblo y verlas por las calles», cuenta Mallea.