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Música

Una vida con banda sonora

El músico setabense Francisco Marzal es premiado por sus más de setenta años en la misma sociedad

Una vida con banda sonora

Hay quiénes eligen la banda sonora de su vida y quiénes son incluso capaces de interpretarla. Francisco Marzal es de este segundo tipo de personas. Le avalan setenta años de trayectoria que se ha ido labrando a base de ir enlazando notas de música junto a su fiel compañera: la trompa. Aunque reconoce que le gusta más tocarla que escucharla. «A mí me pones una pieza, y me voy a buscar mi papel. Ha habido veces que de escuchar cómo suena una obra, ya sabía más o menos como la tenía que tocar». Su abuelo fue uno de los fundadores de la Sociedad Musical La Nova, pese a que nunca fue músico, y su padre ya tocaba en la banda con apenas 9 años. Fue cuando éste ocupó la dirección el momento en el que este mundo se interpuso en el camino de Francisco. Pero su historia con esta Sociedad Musical va mucho más allá del simple hecho de petenecer a ella.

Marzal es el único superviviente de aquel grupo de personas que avalaron a finales de la década de los 50, con su propio patrimonio, la sede que ocupa en propiedad hoy por hoy la Nova. «Yo era taxista y acababa de estrenar un coche que usé como aval. Gracias a aquel empeño por buscar un nuevo ´hogar´ tenemos el local en propiedad».

Todo lo que ha aprendido a lo largo de su vida en la música, lo ha hecho de manera autodidacta. «Hoy existen muchos profesionales, pero antes lo aprendíamos todo por nuestra cuenta. A mí me dijeron que para tocar la trompa en ´fa´ tenía que hacer transporte porque el instrumento está en una sonoridad que no se corresponde con la partitura. Yo tenía una trompa con dos juegos de bombas, y para cambiar de tono tenía que cambiarlas. Al final me aprendí de memoria ese cambio».

Su familia también lleva el ritmo de la trompa por sus venas. Ahora mismo cuenta con tres músicos «aunque llegamos a ser cuatro», recuerda Francisco Marzal. Su hijo es profesor de trompa en el Conservatorio, y su nieta toca el violín y da clases de música, pese a que empezó manejando también el mismo instr

umento que su padre y su abuelo. El nieto de Francisco, en cambio, empezó también a tocar pero se lo tuvo que dejar por temas de estudio.

Marzal entró a la banda con apenas 15 años, justo en el momento en que finalizaba la Segunda Guerra Mundial. Su ilusión de pequeño era tocar la trompeta, aunque desde un primer momento le dijeron que su destino iba a ser la trompa. «Me dieron una estropeada, y les pedí que me la arreglaran o me la cambiaran, porque sino me lo iba a dejar. Llevábamos un rollo de esparadrapo en el bolsillo para ir enrollando y tapando agujeros». Ese ha sido su único amor en la música con permiso del bombardino, que también llegó a tocar en alguna ocasión.

«Mientras los pulmones funcionen»

A sus ochenta y cuatro años se disculpa porque se tiene que marchar. No quiere llegar tarde al ensayo. «Mientras los pulmones respondan, seguiremos adelante», explica con la ilusión de un niño.

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