El 20% de la ropa que se arroja a la basura en la Ribera está sin estrenar

En los contenedores grises conviven habitualmente restos de comida con productos textiles que tras contaminarse no se pueden reutilizar

En las cintas de la planta de Guadassuar coinciden residuos que jamás deberían mezclarse.

En las cintas de la planta de Guadassuar coinciden residuos que jamás deberían mezclarse. / Agustí Perales Iborra

Rubén Sebastián

Rubén Sebastián

Se ha establecido la creencia de que, para que el mundo no deje de girar, las empresas deben crecer hasta el infinito y todas las personas adquirir aquellos productos que ni siquiera necesitan. Una forma de entender el mundo que tiene consecuencias negativas. Alrededor del 20 % de la ropa que llega desde un contenedor de basura al complejo de valorización de residuos domésticos de Guadassuar todavía conserva la etiqueta. Un dato que muestra cómo los hábitos de consumo difieren de las necesidades reales de la población. A este hecho se puede añadir una estimación, de la que ya informó Levante-EMV: alrededor del 46 % de los desechos que llegan a la planta de Guadassuar son orgánicos y, una buena parte, difícil de calcular, es comida que ni siquiera se ha sacado de su envoltorio original. Dos muestras de cómo las compras compulsivas se convierten en un problema para la sociedad.

«Nos creemos que nuestros actos no tienen consecuencias, que la basura desaparece por arte de magia cuando la arrojamos a un contenedor y es muy fácil olvidarse de que somos responsables de lo que consumimos y de lo que tiramos, del mismo modo de que lo somos de tratar de darle una segunda vida a todos esos residuos», expone el gerente del Consorci Ribera-Valldigna, Ángel Rodríguez.

El desperdicio alimentario contrasta de forma lamentable con la hambruna que se sufre a diario en numerosas zonas del planeta. El único consuelo posible es saber que, al menos, se convierte en compost y contribuye a fertilizar las parcelas agrícolas de la Ribera. Aunque este desenlace no convierte en aceptable el hecho de arrojar a la basura comida con el envase intacto.

Reciclaje incorrecto

Sin embargo, con los productos textiles que acaban en el contenedor no sucede así. Sobre todo si acaban en el lugar que no deben, junto a montones de basura que se ha separado correctamente. De hecho, la ONU ha calificado la industria textil como la segunda más contaminante, por detrás del petróleo. Si a los procesos de producción se le añade un incorrecto reciclaje, el problema está servido. 

Planta de tratamiento de residuos urbanos del Consorci Ribera-Valldigna.

Planta de tratamiento de residuos urbanos del Consorci Ribera-Valldigna. / Agustí Perales Iborra

«El hecho de que un 20 % de la ropa que nos encontramos en los contenedores grises todavía lleva la etiqueta es una demostración más de que desaprovechamos muchos recursos. Europa considera que al menos un 5% de los residuos que no queramos se debe aprovechar para el mismo uso por el que fue concebido. Es decir, una prenda que alguien no quiera se debe tirar al contenedor oportuno y, una vez limpia y desinfectada, se puede vender como producto de segunda mano. Sucedería lo mismo con muebles viejos, por ejemplo», comenta al respecto Rodríguez, que prosigue: «Pero esto no es posible si ese jersey, que compraste una vez, te olvidaste de él y te das cuenta de que no te gusta, acaba en un contenedor, con la etiqueta puesta, junto a restos de salsa de tomate y pañales». 

Kilos y kilos

Buena parte del textil se puede reutilizar o reciclar, pero algunos tejidos ni siquiera sirven para someterse a un proceso de valorización energética al quedar contaminados. Solo el año pasado, el Consorci Ribera-Valldigna gestionó más de 180.000 toneladas de residuos de los 51 municipios a los que presta sus servicios. Esto se traduce en unos quinientos kilos por persona. Si se tiene en cuenta que el 60 % del contenido de una bolsa de basura son desechos impropios, con aproximadamente un 6 % de textiles, son kilos y kilos de ropa los que se desperdician cada año. 

Suscríbete para seguir leyendo