La pertenencia al lugar en el que uno vive también es una cuestión de sentimientos. Nadie va a poner en duda que uno se sienta más o menos paterner, torrentí o massalfassí sin importar el lugar en el que haya nacido. Pero las estadísticas son las estadísticas, el padrón es el padrón, y ambos indican que sólo tres de cada diez habitantes de l'Horta (incluso algo menos) son del mismo pueblo que les vio nacer. El resto nació en un municipio valenciano, español o extranjero distinto a en el que está censado. Hay incluso un municipio (Llocnou de la Corona) en el que residen más personas nacidas fuera de España que entre las cinco calles que conforman la localidad.
Si se hace la comparación con la media de la provincia de Valencia, el peso de lo que podríamos llamar población «forastera» (es decir, la que no nació en el municipio donde vive) en l'Horta es especialmente alto. De los 746.877 habitantes empadronados en los 43 municipios de la comarca en 2015, 205.265 habitantes son autóctonos de su lugar de residencia. Es decir, un 27,48 % del total. En cambio, de los más de 2,54 millones de residentes en la provincia de Valencia, algo más de 1,12 millones viven en la misma localidad en la que nacieron (por lo tanto, un 44,2 %).
En l'Horta, el municipio en el que más habitantes han nacido fuera de allí es Llocnou, donde los autóctonos apenas representan el 14,58 % de sus 144 habitantes censados el pasado año. A continuación están Rocafort (el 17 %), Alfafar (el 18,45 %), Mislata (18,62 %) y Xirivella (18,65 %). En el lado contrario, Alcàsser es el lugar donde hay más habitantes nacidos en el «poble»: un 45,07 % de los 4.332 censados. Después van Vinalesa (41,26 %), Rafelbunyol (38 %) y Meliana (36,54 %).
Las razones para entender por qué l'Horta es una comarca en la que el peso de la población autóctona es menor que en el resto de la provincia habría que buscarlas, sobre todo, en el incremento demográfico que experimentaron sus municipios (especialmente de l'Horta Sud) durante las décadas de los 60 y 70 del pasado siglo gracias a la industrialización y la llegada de cientos de familias de otras regiones españolas al área metropolitana de Valencia. Y también en el «boom del ladrillo» de la pasada década y de los noventa en la que tantos municipios (especialmente de l'Horta Nord) recibieron nuevos habitantes, muchos de ellos procedentes del «cap i casal».
