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Los repobladores de Marines Viejo

Una treintena de vecinos resiste en el casco urbano que fue arrasado por un desprendimiento de rocas durante la riada de 1957

Los repobladores de Marines Viejo

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Los repobladores de Marines Viejo David Laguía

El 14 de octubre de 1957 se produjo la última gran riada del Túria que afectó a València. Aquella infausta jornada dejó más de 81 muertos y cambió la fisonomía del cap i casal. Sin embargo, hubo una población a la que también marcó aquella tragedia: se trata de Marines. Hoy en día queda una treintena de vecinos allí, donde se encuentra la frontera entre los que hablan en valenciano (Olocau) y en castellano (Gátova). Ellos son los «repobladores» de Marines Viejo.

Las fuertes lluvias que provocaron el desbordamiento del río trajeron consigo otra acción devastadora en esta población del Camp de Túria, enmarcada en la Serra Calderona. Grandes rocas de rodeno se desprendieron de la ladera de la montaña que da sombra cada mañana al ahora llamado Marines Viejo. Murieron seis personas y decenas de casas fueron destrozadas. El pueblo había quedado arrasado. Las grandes piedras sobre la carretera incluso dejaron momentáneamente incomunicados a sus alrededor de 600 habitantes.

La solución tomada por las autoridades locales y las instituciones gubernamentales de la época fue trasladar el casco urbano varios kilómetros al sur, en el llano sobre el que descansa actualmente, con una planificación urbanística cuadriculada, el actual Marines, donde ahora viven casi 2.000 personas. Aquel traslado, que duró 10 años, se culminó en 1967. De hecho, el Ayuntamiento de Marines ha programado múltiples actos durante este 2017 por su 50 aniversario.

Tras el traslado, tan solo unos pocos vecinos decidieron mantener su residencia en Marines Viejo. La mayoría vendieron sus casas a nuevos propietarios que, junto a los descendientes de aquellos que apostaron por mantener el inmueble donde se criaron sus padres, luchan por conservar la historia y estructura de Marines Viejo. «Para mantener esto juega mucho la voluntad de nuestra gente y la asociación de vecinos», declara Mar Fernández, que, a sus 40 años, lleva 20 de ellos viviendo en este enclave rodeado de bosques en el que se rodó la serie Senyor Retor, emitida en la extinta Canal Nou.

Tranquilidad y aire puro

La tranquilidad domina el lugar. Decenas de gatos -tal vez haya más habitantes felinos que humanos- deambulan por sus calles en busca de la comida que les dejan los vecinos. Tan solo el sonido del viento sobre las hojas de los árboles, el piar de los pájaros o el ladrido de algún perro -aparte del sonido de algún televisor que brota del interior de un hogar- alteran el silencio.

Algunas casas arregladas cuidadosamente se alternan con otras abandonadas en las que árboles y plantas incluso han llegado a crecer en su interior. Algunos muros, por el deterioro provocado por el paso del tiempo, yacen en el suelo tan solo marcados por una valla. «Estamos abandonados. No nos tienen en cuenta para nada. El pueblo lo ha salvado la gente que se ha quedado aquí. No hay tiendas ni farmacias ni nada. Si se cae una pared, ponen una valla en vez de llamar al dueño para que lo arregle o solventar el problema», se queja un vecino de manera anónima.

El olor a vegetación y tierra mojada y la pureza del aire dan un respiro a las incomodidades respiratorias que sufre aquel que procede de un área urbana. Ese, por ejemplo, fue el motivo por el que Paco y Leonor acabaron comprándose una casa en Marines Viejo. «Nuestro hijo tenía dos años y estaba delicado de salud. Veníamos aquí los domingos y vimos que respiraba mejor. El aire es muy sano. Estuvimos viniendo los fines de semana y los veranos, pero teníamos muchas ganas de quedarnos aquí cuando nos jubiláramos, y aquí estamos ahora. Estamos demasiado tranquilos aquí», explica Leonor.

No obstante, en verano la población de Marines Viejo se multiplica por 10, con alrededor de 300 personas que van a disfrutar de las temperaturas más suaves que brinda la falda de la Serra Calderona. «Para vivir aquí, ha de gustarte mucho», recuerda Mar, «pero cada vez viene gente más joven», revela. Marines Viejo sigue en pie.

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