Ha participado en unas ponencias sobre Ciencias de la Tierra en el Planetario de Castelló. ¿Cuál es su idea fundamental?

Era un curso dirigido a profesores para dotarles de herramientas críticas en su relación con los alumnos. En la cuestión del cambio climático hemos pasado ya la etapa de toma de conciencia y nuestro grado de conocimiento científico se contamina en ocasiones con el mensaje de los escépticos.

Se habla mucho del problema pero, ¿qué sabemos realmente del cambio climático?

Estamos ante la prevención de un riesgo. Todo riesgo tiene una probabilidad de que ocurra y una valoración de los posibles efectos. La probabilidad de que estemos ante un cambio climático global es hoy muy alta y los efectos que se pueden derivar en grado máximo son muy posibles.

¿Cuál sería la frontera de lo irreversible, la línea sin retorno más allá de la cual la Humanidad ya no tendría salvación?

Un elevación media de 4 o 5 grados de temperatura y la consiguiente subida del nivel del mar a finales de este siglo. Para evitar llegar a este punto debemos reducir drásticamente las emisiones contaminantes. Así reduciríamos el riesgo de forma gradual. El ejemplo que suelo utilizar es el de quien conduce un coche a 200 kilómetros por hora. A esa velocidad el riesgo de un accidente es casi una certeza. Superar las 550 partes por millón que se registraron durante la Revolución Industrial sería asumir un riesgo muy elevado.

¿Y qué recomiendan los organismos competentes?

En la actualidad estamos en una elevación de temperatura de 1,5 grados. El pasado año, en Copenhague, se acordó que superar las 450 partes por millón haría subir la temperatura unos dos grados de media. Hasta ahí tendríamos capacidad de adaptación, sería un valor aceptable. Atravesar el umbral de los 3 grados sería ya muy peligroso. Por tanto, las políticas deberían ir encaminadas a reducir progresivamente el nivel contaminante hasta dejarlo en un riesgo razonable.

Pinta un panorama muy negro si se da esa situación...

El calentamiento de los polos sería muy fuerte, sobre todo en el Ártico, y se podría producir el deshielo tan peligroso, no tanto por las olas de calor a las que nos veríamos sometidos, sino porque se produciría la fundición de esos polos y la subida del nivel del mar.

¿Cuál es el paso a seguir?

Poner en práctica medidas de adaptación. Por ejemplo, en agricultura mejorar los sistemas de regadío, la calidad del suelo, optimizar los recursos para adaptarnos al clima actual. Y lo mismo que vale para la agricultura sirve para otros sectores como el turismo. Todo eso se puede introducir en planes de actuación locales. Lo lógico es que en cada pueblo y en cada ciudad haya un protocolo contra el cambio climático con arreglo a su situación.

¿Confía en la energía nuclear como alternativa al calentamiento global?

Cada una de estas medidas que he mencionado anteriormente tiene sus limitaciones, su techo. Cuando aislas una ventana ya no puedes hacer nada más. Cuando reduces la calefacción o el aire acondicionado al límite ecológico tampoco puedes hacer mucho más. Cumplir los objetivos de reducción de emisiones en 2080 parece difícil de conseguir sin la energía nuclear. El problema es que la mayoría de las centrales son obsoletas. Se pueden desmantelar y sustituirlas por otras nuevas y más pequeñas que generen menos residuos pero las empresas nucleares no están por la labor porque pretenden amortizarlas hasta el máximo posible. Sería deseable que no se agote el tiempo de estas centrales para garantizar una mayor seguridad.