De gurú de la economía (llegó a dirigir el Fondo Monetario Internacional) a aprendiz aplicado de budista. Rodrigo Rato es experto en catarsis. Acusado de once delitos de corrupción (el caso Bankia y las tarjetas black son los más famosos), el exvicepresidente del Gobierno con Aznar se ha aficionado ahora a la postura del loto. Rato se retiró en marzo durante seis días al centro budista de Pedreguer. Hizo vida monacal. Participó en el retiro de meditación titulado el camino de Shamatha (concepto que viene a significar vida contemplativa). Rato fue uno más entre los 130 participantes.

A la Fundación Sakya de Pedreguer, no llega el eco de las noticias. Este centro budista, que se abrió hace ahora diez años, está situado en la exclusiva urbanización de la Sella. Se asoma al Montgó y al litoral de Dénia. A los cursos, acuden iniciados al budismo y profesionales (sobre todo psicólogos) que quieren aprender técnicas de meditación y relajación.

El lama Rinchen Gyaltsen, responsable del centro, ayudó al gurú norteamericano Alan Wallace en el retiro de meditación al que acudió Rato. «No podemos hablar de los participantes. Es un tema privado», indicó ayer a este diario Gyaltsen, que sí aceptó explicar en qué consistió el curso. Se desarrolló entre el 19 y el 25 de marzo y costaba 395 euros. El alojamiento se pagaba aparte. Rato acudió solo y, por tanto, debió ocupar una habitación individual, que le salió por 348 euros.

La rutina era los seis días la misma. Los participantes podían asistir a las 7 de la mañana a una sesión opcional de meditación. Luego desayunaban. Por la mañana, tenía lugar una sesión larga de meditación y por la tarde, otra. Ambas las dirigía Alan Wallace, quien «fue monje budista durante diez años y está vinculado a su santidad el Dalái Lama», precisó Gyaltsen.

Los alumnos no probaron la carne ni el pescado, ya que seguían una estricta dieta vegetariana. El lama Gyaltsen subrayó que este retiro espiritual tenía como objetivo «apaciguar el estrés y la ansiedad y aumentar la virtud». Los participantes realizaron ejercicios de respiración y de relajación mental. «Debían soltar la mente discursiva y desarrollar la claridad y la lucidez de la vida».

El lama afirmó que los alumnos alcanzaron la paz interna y «se desenchufaron» del mundo. «Pero apenas al salir, al acercarse a la ciudad, volverá el cotilleo interno». La paz de Rato duró seis días.