Ni el bisonte decapitado, ni el otro fallecido, ni los siete restantes que conformaban la manada de la reserva de Valdeserrillas, en Benagéber, fueron envenenados. Los dos primeros -Sauron, líder del grupo, y Troll, otro de los machos- murieron de inanición y por falta de cuidados, y los otros siete estaban en pésimas condiciones, aunque en principio no se teme por sus vidas. Ésa es la conclusión del informe del Seprona de la Guardia Civil, que ha citado como investigado (antes, imputado) por un presunto delito de maltrato animal al director de la reserva, Carlos Álamo, cumpliendo órdenes de la Fiscalía de Medioambiente, que interrogará en breve al supuesto responsable de lo sucedido.

La investigación, además, considera que los animales murieron por el abandono y que, una vez descubiertos los cadáveres, alguien decapitó a Sauron y lo intentó con Troll en su afán por simular un ataque y encubrir la situación de los bisontes. La misma persona depositó una bola de goma junto al comedero principal rellena con una sustancia de apariencia tóxica para reforzar la sospecha del envenenamiento. Pero ni hubo ataque, como sostuvo Álamo en declaraciones a Levante-EMV, ni nadie mató a los bisontes dejándoles veneno a su alcance.

El equipo del Seprona de la Guardia Civil de Chelva inició la investigación a primera hora de la tarde del 16 de septiembre, cuando el propio director de la reserva llamó para denunciar que había encontrado muerto y decapitado al líder de la manada y que faltaban otros tres machos, así como la gigantesca cabeza de Sauron, desprendida a hachazos de su cuerpo. Curiosamente, fue también Álamo quien encontró, cinco días después y cuando numerosos voluntarios habían peinado sin éxito la reserva, a los tres que faltaban: uno de ellos, Troll, muerto y con la cabeza separada del tronco, y los otros dos merodeando, débiles, a su alrededor.

Bajo sospecha desde el principio

Los investigadores sospecharon desde ese primer momento que estaban ante un posible montaje del director de la reserva o de alguna persona próxima a él, sobre todo a la vista del deplorable estado de los herbívoros que permanecían en la zona donde estaba el cadáver de Sauron. Las señales de desnutrición eran evidentes, pero aún no habían reunido pruebas para sustentar una acusación formal contra Álamo.

Así, el primer paso fue solicitar a un laboratorio dependiente de la Generalitat que analizase el misterioso contenido de la bola de goma en busca de veneno. La semana pasada llegaron los resultados: no contenía ni una sola sustancia tóxica que pudiese poner en peligro la vida de animal alguno.

A ello se le unió el informe emitido por los veterinarios encargados de las necropsias de Sauron y de Troll, y del examen de los siete supervivientes de la manada. Tampoco ellos encontraron restos de veneno ni en las vísceras de los fallecidos, ni en los organismos de los otros siete bisontes. Eso sí, certificaron los síntomas de malnutrición y la falta de atenciones veterinarias adecuadas que presentaban la mayoría de ellos.

A todo eso se le sumaban otros tres indicios: quien dejó la bola no puso veneno en su interior porque seguramente sentía aprecio por los animales y no buscaba matarlos, Álamo fue quien encontró los cuerpos en ambos casos y, además, quien decapitó al macho alfa era un inexperto que no buscaba la cabeza como trofeo ya que el hecho de cortarla a hachazos la invalidó para realizar un trabajo de taxidermia adecuado.

A partir de esos informes, los agentes comunicaron al fiscal la situación, que aconsejaba la detención del director de la reserva de Valdeserrillas. Sin embargo, la Fiscalía optó por pedir a los investigadores que citaran a Carlos Álamo como investigado por un presunto delito de maltrato animal, lo que le obligará a comparecer en unos días ante el representante del ministerio público.